Inmigración
Rodrigo Blanco Calderón: “Mi condición de extranjero es la condición constante de mi vida ahora”
Por Isaac González Mendoza
El mismo día en que Rafael Cadenas recibió el Premio Cervantes, el 24 de abril, se conoció otra buena noticia para la literatura venezolana. Rodrigo Blanco Calderón, afincado en Málaga desde 2018, ganó el prestigioso Premio O. Henry por su cuento “Los locos de París”, incluido en su libro Los terneros.
Publicado en inglés en la revista Southwest Review con el título “The Mad People of Paris”, el cuento narra la historia en primera persona de un extranjero en la capital francesa que, en medio de su soledad, se convierte en un atento observador de la locura en la ciudad, justo después de los atentados del 13 de noviembre de 2015.
El cuento, no obstante, no se centra en los actos terroristas, sino en la obsesión del personaje principal por el comportamiento de los parisinos, a tal punto de que él mismo se va mimetizando en la ciudad.
La escritora Lauren Groff, tres veces finalista del National Book Award, fue la encargada este año de seleccionar los 20 cuentos ganadores del Premio O. Henry, que serán publicados en septiembre por la editorial Anchor de Estados Unidos.
“Es una gran alegría para mí porque el Premio O. Henry es uno de los premios con más tradición y prestigio de Estados Unidos. Digamos que ese es un circuito muy difícil para entrar. Que eso haya pasado con un cuento mío me emociona mucho”, expresó Blanco Calderón, ganador en 2019 del Premio Bienal de Novela Mario Vargas Llosa por The Night.
El escritor, que publicó su segunda novela, Simpatía, en 2021, suele trabajar con varios proyectos de manera simultánea, sea novela, cuento o ensayo: “Me suelo tardar con los libros porque yo puedo estar una semana en una novela y de repente me entusiasmo la siguiente semana con un cuento. Espero este año cerrar algún manuscrito”.
—En “Los locos de París” aborda el tema de la locura, pero también la soledad, la violencia, la migración y el terrorismo.
—Ese relato surgió en parte de mi estadía de tres años en París. Yo estaba con mi esposa cerca de la Iglesia de Saint-Sulpice y ella vio a alguien confesándose. Yo pensé, bueno, de repente esa es una buena idea para practicar francés, porque en realidad hablar con los franceses en la calle es muy difícil. Entonces el cuento creo que capta parte del extrañamiento y la soledad que nosotros sentíamos cuando estábamos en París. Es una sociedad muy distinta a la sociedad de la que uno viene. A veces en mis historias yo parto de un hilito de realidad que termina por convertirse en algo mucho más disparatado. En el cuento la gran fuente de inspiración fue el Metro de París, que tomaba todos los días. Ahí se ven cosas muy fuertes a veces, cosas de decadencia muy impresionantes. El Metro de París es como el negativo de la ciudad. La ciudad por fuera es espectacular y el metro es un desastre, es viejo, huele mal. Nosotros llegamos a París 10 días después de la masacre del Bataclan, así que el ambiente del terrorismo y el impacto de esa masacre fue lo que nos recibió. Eso me impactó mucho.
—¿Lo escribió cuando vivía en Francia?
—Sí.
—En un momento del cuento, el personaje principal, sintiéndose solo, apenas puede compartir en inglés con una pareja de coreanos, una holandesa y dos africanos. Una marca del migrante es justamente esa, el aislamiento, la soledad, la melancolía, que quizás usted también ha vivido.
—Sí, sí. En ese cuento recuerdo mis sensaciones en París. Eso que pongo del Metro de París, de que a veces daban ganas de pegar un grito, yo a veces lo pensaba. Fíjate que en la universidad había gente de muchas otras partes, Argelia, China, y se formaba una especie de complicidad entre los extranjeros.
—Una característica del cuento es cómo se va empujando al personaje a formar parte de esa locura que ve en París. Primero siente asco y fascinación al ver a alguien hurgándose la nariz, y luego él termina por hacer lo propio para evitar que alguien se le siente al lado.
—Digamos que capta un interés que creo he trabajado en prácticamente toda mi ficción: la locura, la atracción por la locura, la fascinación por la locura, la decadencia. Creo que hay un periplo en esa historia que parte del asco a la fascinación y la integración de mi personaje en la locura de París. Pienso que en aquello que uno rechaza visceralmente se expresa parte también de nuestro ser. No rechazamos algo que está totalmente fuera de nosotros. Rechazamos algo que también está en nosotros, pero que negamos. El cuento trabaja también esa línea.
—En Los terneros vemos personajes que van de taxistas a escritores en ciernes, pero que además se mueven en diferentes ciudades de Europa y América Latina. Al escribir, ¿qué sensación hay cuando menciona lugares específicos de Caracas como la avenida Francisco de Miranda? ¿Es distinto teclear algo de Caracas a teclear algo, por ejemplo, de una ciudad como Biarritz?
—La mitad de ese libro la escribí en Caracas, probablemente en mi último año allá, y lo completé ya en París, lo que significaba también moverse por Europa. Me tocó ir a Biarritz, me tocó viajar a México, así que esa especie de itinerancia está reflejada en los cuentos. Creo que cuando vivía en Venezuela y me tocaba viajar al extranjero, yo sí tenía esa sensación de estar entrando en un territorio nuevo, sentía que había algo especial. Algo distinto. Pero desde que estoy viviendo fuera de mi país, con lo cual mi condición de extranjero es la condición constante de mi vida ahora, siento que ese roce se ha perdido. Siento que puedo ir a cualquier lugar y esa sensación de cosa nueva ya se perdió. A veces esa sensación de cosa nueva me la da, en cambio, Caracas. Estuve allá en febrero luego de seis años y fue una emoción muy fuerte, también bonita, por esa sensación de extrañeza con lo propio.
—Hay libros como la antología Escribir afuera en la que uno encuentra cuentos que ocurren en diferentes países. Creo que hay una suerte de desdibujamiento de muchas cuestiones que tienen que ver con Venezuela o que funcionan como recuerdos o memoria. Pareciera que la literatura venezolana está viajando a otros países. La del siglo XX es quizás más localista. ¿Tiene una opinión sobre esto?
—La literatura siempre va a reflejar el presente de los escritores y los lectores. Cuando tienes una emigración de más de 7 millones de personas, que se ha dado además en un período tan corto, es inevitable que esa dispersión se refleje en la literatura. Siento que, por un lado, es una herida; esa migración es una herida para el país y los que nos fuimos, pero también es una ganancia porque ahora prácticamente adonde uno va aparece algún venezolano en el lugar menos pensado. Es como un pedacito del país con el que uno se encuentra. Es algo que ya veo que los escritores, para hablar de literatura nada más, hemos asimilado. Por ejemplo, una de las cosas que más me ha impactado es reencontrarme con amigos que tenía tiempo sin ver y darme cuenta de que ahora hablan mexicano, chileno, o un poco gringo, español. Se han integrado a sus respectivos países. Esa marca del acento impacta mucho. A veces quizás no se entiende que esas cosas pasen. Pero es la realidad también de los que nos fuimos.
—Quiero aprovechar para preguntarle por su más reciente novela, Simpatía: el proceso de escritura y sobre su pasión por los perros. Creo que en este libro los perros funcionan como una suerte de representación de la simpatía, en un momento en el que la simpatía quizás se ha perdido.
—Simpatía también la escribí en París. Escribí el primer borrador en el verano de 2018. En tres meses. Fue como una especie de arrebato de escritura que captó una sintonía de situaciones. Por un lado, el abandono de perros en Venezuela, específicamente en Caracas. Me llegaban ese tipo de noticias constantemente. Y por otro lado, esa misma situación de soledad que vivimos mi esposa y yo en París, y que logramos curar un poco cuando nos pusimos a cuidar perros de otras personas. Una especie de trabajo extra. Esa coincidencia de ser cuidadores de los perros de los parisinos y ver el nivel de abandono de los perros en Venezuela fue como el disparador para esa novela, que también me sirvió para ponerme en el lugar del otro. El lugar del otro en este caso no es el de alguien que se fue, sino que se quedó en Venezuela y cómo pudo vivir un momento particular de la crisis y ver cómo ya los efectos de una dictadura terminan calando en la sociedad. La sociedad, en líneas generales, empieza a ser cruel también. No solo una víctima del poder, sino que empieza también a ejercer formas de poder y crueldad, en este caso con los seres más indefensos que hay, que son los animales.
—Miguel Ardiles vuelve a aparecer en Simpatía. Tiene una fascinación por este personaje, ¿no?
—Ese es un personaje que aparece en todas las cosas que he escrito. Cada vez que aparece es como una sorpresa para mí. Es como una especie de juego que me permito en la escritura. En Simpatía me gustó que reapareciera pero, esta vez, es Miguel Ardiles también corrompido y envilecido. Es una forma de establecer un hilo de continuidad con lo que escribo. Yo podría escribir una novela cronológicamente posterior a Simpatía y me gusta la idea de que aparezca Miguel Ardiles pero joven. No es un personaje que me interese construir con demasiada coherencia. Es más un guiño con los lectores que ya conocen mi trabajo.
—Quiero preguntarle por su aprecio por el cine. En Simpatía los perros protagonistas se llaman Michael, Fredo y Sonny, y el personaje principal es fanático de El Padrino.
—Es un efecto de la novela. Varias personas que han leído Simpatía creen que soy un cinéfilo o que sé mucho de cine. La verdad es que lo único que sé de cine lo puse allí para darle verosimilitud a mi personaje. En realidad soy un poco flojo para ver películas y series, pero cuando me entusiasmo con alguna película o un director me vuelvo obsesivo. Ese ha sido el caso de El Padrino: para mí las tres partes son la obra maestra del cine, es una película que veo todos los años. Para mí es inagotable.
—Estéticamente Simpatía es muy distinta a The Night. The Night es una novela desestructurada y Simpatía, en cambio, mucho más lineal.
—En Simpatía, como el proceso de escritura fue tan intenso, tuve claro desde el principio que iba a ser una novela, desde el punto de vista de la estructura, mucho más convencional. A pesar de eso, la primera versión tenía juegos parecidos a los de The Night que en una corrección reduje. Quería asumir el reto de contar una historia de principio a fin en la medida de lo posible.
—Ha dejado de opinar con la vehemencia de antes en Twitter, en cambio lo leemos en su columna en ABC y en sus reseñas en Instagram. ¿Cómo se relaciona hoy día con las redes?
—Las redes sociales para mí son, en general, una maldición y un peligro que, como a muchas personas, me ha tocado aprender a utilizar. En los últimos años he estado leyendo muchos artículos y libros sobre cómo las redes sociales están construidas para generar enganche y que uno se vuelva adicto a ellas, y cómo la forma de generar ese enganche es a través del conflicto. Cuando leí esas cosas y me di cuenta de que mi comportamiento en las redes estaba siguiendo esa programación casi que de Pávlov, y cuando veía que no me gustaba cómo era yo en las redes sociales, algo me abrió los ojos. Y dije bueno si lamentablemente tengo que estar en redes sociales, voy a tratar de que sea lo más sano para mí. Me permito no estar tan enganchado. Aparte entendí que si tengo la oportunidad de cobrar por mis opiniones, lo voy a hacer. En lugar de estar opinando o peleando en Twitter, si puedo hacer un artículo y me van a pagar, para mí eso tiene más valor y beneficio, y siento que quizás estoy aportando algo en medio de ese ruido. Pero es una decisión muy personal. Hay gente que no ve así las redes sociales. Para mí son un mal necesario.
—¿Cómo fue su visita a Venezuela?
—Tenía seis años sin ir. Fui básicamente a estar con mi familia, me vi con unos cuantos amigos. Salí poco. Di una que otra vuelta por la ciudad. No fui en plan del venezolano que regresa a Caracas y hace una crónica de lo que vio. Vi muy deteriorada la ciudad. Ya con varios signos de estar como atrapada en el tiempo. Las fachadas de los edificios y los carros la mayoría están bastante viejitos y golpeaditos. Y esos signos de vejez, por decirlo así, contrastados con los mega carros y mega edificios que el dinero mal habido que está circulando también por Venezuela ha construido. Fue muy impactante ver ese contraste que de alguna u otra forma siempre ha existido en Caracas, pero esta vez me pareció más grotesco. Esa es mi impresión de la ciudad en cuanto a su parte física. En cuanto a la parte humana me sentí contento de ver a mis amigos y mi familia, que están haciendo sus vidas y su trabajo lo mejor que pueden. Esa es una vitalidad que a uno a veces le hace falta.
elnacional.com
Inmigración
Visa de argentinos para Estados Unidos: cómo tramitarla, paso a paso
Por Juan Manuel Godoy
Todos los detalles esenciales para obtener una visa B1/B2 de no inmigrante, desde la solicitud hasta la cita consular y requisitos necesarios.
Viajar a Estados Unidos es el sueño de muchos argentinos, ya sea para conocer las playas de Miami, recorrer los parques de Orlando o perderse entre los rascacielos de Nueva York. También, miles de personas cada año viajan por negocios, estudios o tratamientos médicos. Sin embargo, antes de poder disfrutar de todo lo que este país ofrece, es necesario cumplir con un requisito fundamental: obtener una visa de no inmigrante.
El proceso de solicitud de la visa puede parecer complicado, pero siguiendo los pasos correctos, se convierte en un trámite más sencillo de lo que parece. En esta nota te explicamos detalladamente cómo obtener la visa para viajar a Estados Unidos, qué tipo de visa necesitarás, cuáles son los requisitos y cuánto cuesta. Esta es toda la información para comenzar el trámite.
Si bien existen diferentes tipos de visas, la mayoría de los argentinos que viajan a Estados Unidos lo hacen con una visa de turista. En esta guía paso a paso te explicamos cómo completar tu solicitud y qué tener en cuenta para que no te falte ningún documento importante el día de tu cita consular.
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¿Qué tipo de visa necesito para viajar a Estados Unidos?
El tipo de visa que se necesitará depende del propósito del viaje. Para aquellos que viajan por turismo, negocios o tratamientos médicos, la visa más común es la B1/B2, conocida como de visitante.
Este visado permite estancias cortas por motivos de recreación, compras o reuniones de trabajo, pero no autoriza trabajar en el país. Otros tipos de visas incluyen la F y M para estudiantes, la J para programas de intercambio y la H para empleos temporales. Si existen dudas sobre qué visa se necesita, es posible consultar el sitio web oficial del Gobierno de Estados Unidos para obtener más información detallada.
¿Qué documentación necesito para obtener la visa para Estados Unidos?
La documentación que se debe presentar al solicitar tu visa de no inmigrante varía según el tipo de visa que se solicite, pero para la mayoría de las solicitudes (B1/B2) es necesario lo siguiente:
- Pasaporte vigente: Debe tener una validez mínima de seis meses desde la fecha prevista de entrada a Estados Unidos.
- Formulario DS-160: Este es el formulario de solicitud de visa en línea, que debe completarse en el sitio oficial del Gobierno de Estados Unidos.
- Recibo de pago del arancel de la visa: Es importante que realices el pago del trámite y guardes el comprobante.
- Foto digital: Debes cargar una foto reciente siguiendo las especificaciones del sitio web. Además, llevar una copia física el día de la entrevista.
- Confirmación de la cita: Cuando programes tu cita en el Centro de Atención al Solicitante (CAS) o en la Embajada de Estados Unidos, deberás llevar la confirmación impresa.
- Completar el formulario DS-160 es esencial en el proceso de solicitud – crédito Freepik
- Completar el formulario DS-160 es esencial en el proceso de solicitud – crédito Freepik
- En algunos casos, también podrían solicitarte documentación adicional, como comprobantes de empleo, estados de cuenta bancarios o una carta de invitación si se viaja para una visita personal o de negocios.
Cómo tramitar la visa para Estados Unidos, paso a paso
A continuación, presentamos un punteo ordenado con los pasos para tramitar tu visa para Estados Unidos de manera exitosa:
- Determinar el tipo de visa que necesites: Ingresar a este enlace para verificar qué tipo de visa se ajusta a tu propósito de viaje.
- Completar el formulario DS-160: Acceder al sitio CEAC para completar el formulario en línea. Al finalizar, imprimir la hoja de confirmación con el código de barras.
- Crear una cuenta en el Servicio de Información de Visas: Ingresar a este sitio y crear un usuario para gestionar el proceso. Necesitarás ingresar el número de confirmación del formulario DS-160.
- Pagar el arancel de la visa: El costo del trámite puede pagarse con tarjeta de crédito o en efectivo. Es importante guardar el recibo de pago.
- Programar tu cita: Una vez realizado el pago, podrás agendar tu cita en el CAS para la toma de huellas y fotos, y, si es la primera vez que se solicita la visa, deberás asistir a una segunda cita en la Embajada de Estados Unidos.
- Asistir a la cita en el CAS: Presentar el pasaporte, la confirmación del formulario DS-160, la foto y el comprobante de pago en la fecha y hora asignadas.
- Entrevista en la Embajada (si corresponde): Para quienes solicitan la visa por primera vez, deberán asistir a la entrevista con un oficial consular. Es importante recordar que no se permite ingresar con teléfonos ni dispositivos electrónicos.
- Esperar la notificación: Una vez que se aprueba tu visa, recibirás un correo electrónico para retirar tu pasaporte con la visa adjunta en el CAS o en el lugar que hayas seleccionado durante el proceso.
¿Cuánto cuesta el trámite?
El costo de la visa para Estados Unidos varía según el tipo de visa que se solicite. Para las más comunes, como la B1/B2, el arancel es de 185 dólares. Este monto incluye el costo de procesamiento de la visa y debe pagarse antes de programar la cita.
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Para aquellos que solicitan visas de empleo temporal o por otras razones laborales, el costo puede ascender a 205 dólares o más. Algunas visas menos comunes, como las vinculadas a tratados comerciales o de inversión, pueden costar hasta 315 dólares.
Es importante tener en cuenta que el pago del arancel no es reembolsable, incluso si tu visa es denegada. Si se opta por pagar en efectivo, el proceso puede tardar hasta tres días hábiles en completarse, lo cual podría retrasar la programación de la cita.
Tramitar la visa de no inmigrante para Estados Unidos es un proceso detallado, pero si se siguen todos los pasos de manera organizada, estarás un paso más cerca de tu próximo viaje.
Infobae
Inmigración
La infame colaboración de Sánchez con Maduro
Editorial El Debate
España no acoge a Edmundo González para reforzar la oposición al régimen, sino para consolidar aquella dictadura.
Las razones humanitarias que permiten aliviarse por la llegada a España de Edmundo González Urrutia, amenazado de cárcel y con su vida en peligro, no tapan ni compensan ni explican la escandalosa naturaleza del golpe de Estado vigente en Venezuela ni, tampoco, la inaceptable complicidad del Gobierno de Pedro Sánchez con la dictadura chavista, rodeada de probables mentiras.
Lo cierto es que el ganador de las elecciones venezolanas, con una diferencia abrumadora y pese a las coacciones y trampas del régimen, ha tenido que aceptar ser deportado de su país para proteger su integridad, una decisión humanamente comprensible, pero con aristas políticas que deberá explicar para que la resistencia democrática venezolana, capitaneada por la valiente , María Corina Machado no se desinfle desolada por el abandono de su teórico líder.
En todo caso, es evidente que este desenlace refuerza al sátrapa populista, que encabeza un nuevo autogolpe de Estado y vuelve a provocar la estampida de toda disidencia democrática, encarcelada o huida desde hace años como millones de venezolanos: solo con recordar la situación de Leopoldo López, Juan Guaidó, Antonio de Ledezma o ahora González, todos apresados o expulsados, es suficiente para entender el grado de represión vigente en un régimen totalitario que trata al pueblo como lo hace con sus líderes democráticos.
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En ese escenario, pretender presentar el papel del Gobierno de España como algo modélico es, simplemente, inaceptable. Ni la acogida humanitaria a un perseguido justifica la manera en que se ha hecho, presentándolo como una simple aceptación de la solicitud del afectado, como si fuera una especie de refugiado de tantos anónimos que huyen de las guerras y las crisis en cualquier lugar del mundo.
Y menos aún cuando el ministro de Exteriores niega la existencia de negociaciones con Maduro. Cualquiera sabe que hubiera sido imposible sacar a González Urrutia de Caracas sin un acuerdo previamente negociado con las autoridades venezolanas, probablemente con la intermediación del siniestro Zapatero. Se desprecia así la verdadera intención del apaño: anular de hecho la victoria electoral de la oposición y legitimar el infame pucherazo de Maduro, posible entre otras razones por la negativa de Sánchez a reconocer a Edmundo González como ganador en las urnas y por tanto presidente electo. Reconocimiento que le ha otorgado hasta la Administración Biden.
Sánchez no se ha opuesto a la dictadura chavista, como tampoco nadie en Europa y América con la suficiente energía, sino que la ha auxiliado de manera vergonzosa al quitarle un problema de encima sin añadir, a continuación, que la salida del vencedor en las urnas iría acompañada de su reconocimiento como nuevo presidente y la denuncia, donde haga falta, del régimen de Maduro.
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España no acoge a un líder más maltratado en Venezuela para reforzar el relevo de un tirano sin escrúpulos ni para defender los derechos de millones de ciudadanos atracados impunemente, sino para facilitar su continuidad, tal y como ha confirmado el fiscal general de Venezuela, revelando la existencia de conversaciones entre Madrid y Caracas para perfilar este insoportable abuso.
La indignidad que esta complicidad supone no se tapa por el beneficio individual obtenido por González: detrás de él quedan Machado y millones de venezolanos, allí o en el exilio, víctimas de una tiranía sin límites que tiene en la Moncloa un lamentable cómplice necesario.
eldebate.com
Entretenimiento
La Filarmónica de Los Ángeles y artistas latinos celebran el Mes de la Herencia Hispana
El Festival Nuestros sonidos del Carnegie Hall de Nueva York, que homenajea la cultura latina en Estados Unidos, dará inicio en octubre a las celebraciones del Mes de la Herencia Hispana con tres conciertos del director venezolano Gustavo Dudamel frente a la Orquesta Filarmónica de Los Ángeles, informó el centro cultural.
El primer concierto de la Filarmónica, que Dudamel dirige desde 2009, tendrá como invitado al barítono Gustavo Castillo con un programa que incluye Estancia, del compositor argentino Alberto Ginastera, y la siguiente noche será el estreno en Nueva York de una obra para violonchelo y orquesta de la compositora mexicana Gabriela Ortiz.
El programa del segundo día incluye, además, El sueño de una noche de verano de Mendelsson, con narración por la actriz española María Valverde, conocida además por el filme Tres metros sobre el cielo, y esposa de Dudamel.
El tercer concierto de la Filarmónica tendrá como invitada a la cantante mexicana Natalia Lafourcade, ganadora de 18 premios del Grammy latino y cuatro Grammy, indicó además el Carnegie Hall en un comunicado
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Como antesala al inicio del Festival Nuestros sonidos, habrá una serie de conciertos gratis con eventos en los cinco condados de la ciudad, donde presentará a la cantante y compositora cubana Daymé Arocena, el 20 de septiembre en el Madison Square Park.
El 21 de septiembre será un evento familiar con un festival interactivo ¡Baila!, ¡Canta!, ¡Celebra! con música en vivo, danza y divertidas actividades musicales tanto en inglés como en español.
El Carnegie destacó en su comunicado que los conciertos del festival Nuestros sonidos, a través de la temporada 2024-2025, incluyen estilos musicales que van desde la salsa, la bachata y el jazz latino hasta reguetón, hip-hop, música tejana y clásica, entre otras.
«La programación del festival destaca las contribuciones revolucionarias y la constante evolución de la música latina desde la década de 1930 hasta la actualidad, con un enfoque especial en los géneros que se han desarrollado y florecido en Estados Unidos, incluyendo los vitales aportes del Caribe», indicó la institución.
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Otros artistas que se presentarán como parte de este festival son la soprano Lisette Oropesa, que interpretará temas de compositores cubanos; la «reina del reguetón» Ivy Queen, nombrada Icono de Mujeres en la Música 2023 por la revista Billboard y que debutó en la escena musical en la década de 1990.
En 2025 los conciertos del festival continúan con diversos artistas hasta noviembre y entre ellos destacan además el grupo colombiano Monsieur Periné, con su mezcla de sabores latinoamericanos y europeos. Colombia estará también representada por el famoso Grupo Niche de salsa.
En primavera de 2025, la celebración del festival Nuestros sonidos traspasará los muros del Carnegie Hall para incluir eventos públicos organizados por instituciones culturales prominentes de Nueva York y otros lugares, que ofrecerán una amplia exploración que incluye exposiciones de arte visual, presentaciones de danza, proyecciones cinematográficas y más, de acuerdo con el Carnegie Hall.
elnacional.com
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