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Arte y Cultura

Juan Carlos Méndez Guédez: « …una mixtura, una mezcla de sabores, palabras, historias»

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Juan Carlos Méndez Guédez /Imagen Raquel Méndez Roperti

Por Karen Lentini Gómez

Juan Carlos Méndez Guédez (Venezuela, 1967), doctor en literatura hispanoamericana por la Universidad de Salamanca, ha publicado en Venezuela, Colombia, Estados Unidos y España. Autor de más de 30 libros, entre los que se encuentran: La ola detenida, Los maletines, Arena negra, Round 15, y La diosa de agua. Merecedor del 40º Premio Internacional Ciudad de Barbastro de Novela Corta en 2009, y  ganador del Premio Tiflos de Cuento en 2024 con En las ruinas.

Exponente no solo de la literatura latinoamericana, sino creador y reconstructor de mitos; este autor que se arriesga y se reinventa en cada nueva obra, nos concede esta entrevista a propósito de la reciente publicación de Roman de la isla Bararida

¿Me gustaría que nos explicara qué es Bararida?

En principio una palabra indígena que según dicen significaba Valle de las damas. Pero para mí era principalmente el parque zoológico de Barquisimeto al que iba de niño para pasear. Hoy en día no creo que me guste un lugar así, pero en ese entonces me fascinaba. Ir a ese parque era una fiesta, pero si la memoria no me falla en esa zona también quedaba un lugar terrible: un hospital psiquiátrico ya deteriorado, con grandes paredes llenas de agujeros por las que nos asomábamos los niños para ver un patio en el que tomaban el sol los pacientes, a veces incluso amarrados. Había entonces esa dualidad: la alegría del paseo y a la vez asomarme a contemplar un mundo lleno de dolor y misterio.

¿Por qué ha escogido  una isla imaginaria para representar esta historia de amor?

Los canarios tienen una leyenda hermosa, la isla de San Borondón, que es una isla mítica que aparece y desaparece. Escribir es conseguir en tu vida lo que no tienes en la realidad inmediata; así que cuando quise escribir un bestiario, le comenté a mi gran amigo Freddy Castillo Castellanos que me iba a inventar una isla llamada Bararida, una isla que se movía por el mundo y que podía verse en ocasiones en el río Turbio o en Adícora, pero a veces también frente a Tenerife, o La Coruña o Cádiz. A él le gustó la idea y yo hice mi bestiario ubicándolo en ese lugar. Solo que luego me di cuenta de que esa isla personal tenía más recorrido.

He leído islas que siempre me han marcado como la isla Jackson de las novelas de Mark Twain o la isla de Defoe en Robinson Crusoe, o la de Agustín Espinosa en su novela Crimen. Sentía que en una isla las historias suceden con mayor intensidad y concentración. Así que al comenzar la historia de amor de Wari y Najamutu, comprendí que Bararida era el lugar para que sucediese; una isla flotante, marcada por la ausencia de dioses, en la que sucedían historias de caballerías, mezcladas con historias de otros tiempos, y en las que podía situar a Barquisimeto como una ciudad medieval en lo que sería un juego de anacronismos que me resultaba apasionante.

Por otro lado, el amor en una isla me da la impresión de que sucede como una sentimentalidad concentrada, protegida y a la vez asfixiada por el mar.

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Afirma que es un libro en el que se concentran las lecturas de la infancia mezcladas y reconectadas ¿Ha sido un proceso fluido y sin pausas, de una sola vez? ¿o ha sido atribulado, con resistencia?

Es un libro que tiene muchos años viajando conmigo. No sabía que ese era la historia que escribiría, pero estaba allí. Escribí varias veces el principio, pero luego me atascaba. Luego en las visitas a mi casa en Caracas contemplaba los muchos y variados libros que leí en la niñez y en la adolescencia, libros que había olvidado, que no podría citar, que no sabría situar históricamente. En algún momento comprendí que podría convertir esa limitación de mi memoria en una fuerza para escribir; si en mi cabeza sucedía a la vez el Cantar de Gilgamesh con El Amadís de Gaula, o las aventuras artúricas con los maravillosos mitos de los warao o los wayú y con un fragmento de Cunqueiro, ¿por qué no escribir desde esa maravillosa mixtura? La imaginación es capaz de tejer lo que en el tiempo real se encuentra distanciado. Fíjate que me has hecho recordar que de niño, cuando escribía mis primeras historias, yo me inventaba cuentos en los que convivían Guaicaipuro, Simón Bolívar y Diego de la Vega. Pues digamos que en esta novela recuperé esa inocencia

Una novela fragmentaria como Arena negra, y mitológica como La diosa de agua, en la que de nuevo participa la diosa María Lionza ¿Esta estructura le ayuda a concentrar las lecturas y a darle forma a todo el imaginario?

Algo que nunca dejaré de agradecer a autores de mi tradición venezolana como Teresa de la Parra o Guillermo Meneses es la idea de que una ficción no vale por sus buenas intenciones, su denuncia de las injusticias, o el simple vigor de su historia. Una ficción vale por tener una historia poderosa, llena de músculos, pero dentro de una estructura particular que la singularice. Como en otras oportunidades, yo tenía la idea de escribir una historia de amor con componentes fantásticos, pero fue al leer una novela de Pascal Quignard que pensé: «así debo escribir mi historia; en fragmentos; en asociaciones libres, alejándome y acercándome a la historia central, fingiendo que es una historia que tiene muchas versiones»; a eso se sumó la conversación con un amigo que me convenció de que una novela total no tenía que ser una novela monstruosamente larga; podía ser todavía más seductor concentrar una totalidad en un breve espacio.

La leyenda de Tristán e Isolda ha inspirado a muchos escritores. En su opinión, ¿qué hace tan atractiva esa historia?

Nunca olvido unas charlas de Víctor Bravo en las que a partir de la lectura de Denis de Rougemont explicaba que la concepción occidental del amor viene del Tristán e Isolda. Ese es un libro que me encanta y cada vez que lo leo me fascina su exceso, su apasionada desgracia, su placentera culpabilidad. Me agrada pensar que de esa historia medieval vienen los boleros, las rocolas, los culebrones, los momentos más sublimes y sufridos de los amantes.

Esa historia es atractiva porque rompe el sentido común, crea una temporalidad distinta en la que Tristán e Isolda saben que lo que hacen no es lo más correcto, pero son incapaces de parar; se aman de un modo tan frenético que están agotando las fases de la vida de una manera incendiaria y se están exponiendo a múltiples peligros.

Creo que fue Barthes el que dijo: ¿por qué durar es mejor que arder? Tristán e Isolda escenifican y resuelven esa duda.

Portada de Roman de la isla Bararida/ Cortesía

Roman de la isla Bararida , es una historia romántica erótica, explicita, elegante y provocativa, con una prosa poética y cuidada.

Mil gracias por esa lectura… me llama la atención que acotas elementos como el erotismo del que yo no estaba tan consciente. Lo cierto es que hay muchas partes del libro que no reconozco porque te juro que yo me senté a escribir y viví en un arrebato de palabras. Yo era como el recipiente de muchas palabras ajenas. Mencionaste en otra pregunta a María Lionza, la bella diosa venezolana, la verdad es que de niño estuve muy cercano al culto y quería ser materia: es decir, la persona que presta su cuerpo para que hablen los espíritus. Nunca tuve la constancia y la fe suficiente para serlo, pero me gusta pensar que escribí esta novela como si fuese una materia en la que hablan otros.

También de pequeño me dijeron que tenía facultades para ser brujo; quizá esta obra ha sido una manera de reencontrarme con esa vida que no fue posible.

«Azogue, ariché, macareus, kawudare» palabras rescatadas, algunas  creadas especialmente  para esta novela, otras transformadas ¿Cómo han surgido? ¿Toma en cuenta la sonoridad de los términos cuando escribe?

El mismo Pascal Quignard se reunió en una ocasión con una traductora que le pedía referencias sobre un árbol y él le confesó que escogió un árbol en específico por su sonoridad, que ella hiciese lo mismo al traducir.

Creo que en este libro en concreto me condujo esa idea: hacer una historia apasionante sobre unos amantes frenéticos a quienes aguarda la desgracia de la separación, pero con un lenguaje que fuese una canción en sí mismo, un amplio poema en prosa. Que las palabras tuviesen la sonoridad con que se hablan y se anudan los amantes.

Sucede además que con los años y la distancia que me separa cotidianamente de Venezuela, muchas palabras que me resultaban comunes se han cargado de una energía especial, de un brillo misterioso: yo antes decía Siquisique y solo nombraba un pueblo, pero ahora lo digo y la palabra resuena en mí como un hechizo, como una puerta que se abre.

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Hablemos del Coro muy utilizado en las tragedias griegas y por ciertos dramaturgos. En este caso, se dirige al protagonista como una madre sabía que conoce el destino y advierte.

Hay una película de Woody Allen que me encanta y cuyo nombre tampoco voy a recordar, pero en la que se actualiza el recurso del coro de las tragedias. Quizá eso tuvo influencia en ese momento del libro, pero lo cierto es que como te he dicho, mis dedos se conducían solos: ahora leo y reconozco: esto es de la tragedia griega, esto es una leyenda que me contó un tío en El Tocuyo, esto es una canción de José Luis Rodríguez, esto es un mito de los waraos y esto es un trocito de novela pastoril.

El Coro significa en ese momento del Roman de la isla Bararida el sentido común que le indica a Najamutu que esa desolación que está sintiendo en los breves momentos en que Wari se ha ido a dar un paseo, significa ni más ni menos que está punto de traspasar un límite, que si se detiene podrá salvarse del dolor. Una señal que puede salvarlo, pero que él no escucha porque prefiere permanecer en el abrazo de Wari, con todas las terribles consecuencias que eso va a traerle.

Incluye en esta obra a San Francisco de Asis, protector de los animales. Por este y otros libros pareciera que lo sagrado es importante para usted.

No soy practicante de ninguna religión, pero amo lo sagrado, lo que me asoma a otras realidades, y dentro del santoral católico tengo un profundo amor y respeto por figuras como San Francisco de Asís, como San Antonio de Padua o San Martín de Porres.

Lo sagrado es un murmullo que me envuelve siempre. Quise que esta novela fuese una especie de oración de gratitud al hecho de existir: al placer, al dolor, a la vida, a la muerte, a las palabras.

Algunas de mis narraciones tienen esta característica; otras son relatos realistas, humorísticos, pero hay una parte de mi obra que tiene eso que Ernesto Pérez Zúñiga llama la literatura del umbral; un sitio en el que te asomas a lo inexplicable, al misterio.

La presencia de San Francisco de Asís, con quien comparto el amor profundo a los animales, también me condujo a la revisión del discurso de la bondad como un peligroso camino al fanatismo. Uno de los grandes extravíos de Najamutu, el protagonista de este libro, es el momento en que se cree tocado por una bondad extrema que debe predicar y que debe introducir en los otros incluso por la fuerza.

En esta novela se atreve con muchos tipos de escritura, incluso con un romance

         cantaban en lejanas tierras los juglares que no

         conocieron el final de la historia

                   Que por árbol era un bosque,

                    mientras regresa el calor,

                    soñaban sí los amantes,

                    aromas de piel y flor.

                    Dormir la noche y estrellas,

                    Bararida en su esplendor.

                    Tan lejos la muerte y lucha,

                    Najamutu y Wari ardor.

                    Huidos de la vil muerte,

                    ya desnudos y el frescor.

                    Palacio azules ventanas,

                    jamás miedo ni dolor.

                   Vencieron las mil batallas, 

                   tiemblan su gozo de amor.

Es verdad lo que dices… Había soñado siempre con intentar un romance y ahora vi la oportunidad… Porque ¿sabes qué me hizo inmensamente feliz al escribir este libro? Pensar que era una historia escrita con esa felicidad absoluta en la que no esperas nada, en la que no tienes expectativas. En algún momento pensé: nadie en España va a publicar una novela fantástica, fragmentaria, anacrónica, en la que aparecen dioses desconocidos, en la que existen demasiados registros, en la que no hay ningún mensaje social, edificante. Una novela además que comete el pecado de desconocer la pureza cultural que en este patético siglo XXI nos hace presuponer que sobre los goliardos solo puede escribir un goliardo o que sobre una historia africana solo puede escribir un africano.

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Lo inesperado vino después; lo maravilloso es que existe una editorial como Firmamento que con apenas tres o cuatro años de existencia, siente que si hay literatura es necesario lanzarse a la piscina.

Pero sí, escribí este libro sin pensar en algo distinto a sacarme de dentro esta historia. Yo tengo la fortuna de no ser nada. No tengo ninguna identidad tribal a la que aferrarme: no soy lo suficientemente Jirajara, Timoto Cuica o Mandingá o canario o gallego, y a la vez soy todo eso. Así que me permití que esa novela sucediese como me siento: una mixtura, una mezcla de sabores, palabras, historias.

Ahora que lo pienso, también escribí esta historia porque me gustaría que alguna vez Wari y Najamutu vuelvan a encontrarse.  

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Divina Pastora, la andaluza que conquistó a los venezolanos

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Desde 1856 la virgen sale procesión / El Estimulo

Por Alberto Veloz

A mediados del siglo XVIII, por inspiración divina del sacerdote capuchino Fray Isidoro de Sevilla, comenzó a fraguarse a advocación mariana “Divina Pastora de las Almas”. El lema escogido para el recorrido del año 2022 es “Divina Pastora, Reina y Madre de la Familia, ruega por nosotros”

En el corazón de Andalucía y auspiciado por la Orden de los Capuchinos, nació el culto a la Virgen María como Divina Pastora de las Almas, hasta que después de muchos años y por solicitud especial de una encomienda, su imagen, una talla de madera policromada de la Escuela de Sevilla, llegó a la capilla de la parroquia de Santa Rosa, en Barquisimeto, a mediados del siglo XVIII.

Su veneración se ha mantenido desde hace más de dos siglos, en lo que constituye una de las manifestaciones más grandes de fervor cristiano en el mundo entero.

Cada 14 de enero se movilizan más de 4 millones y medio de personas en procesión desde la iglesia de Santa Rosa en un recorrido de 7 kilómetros y medio hasta la Catedral Metropolitana de Barquisimeto, capital del estado Lara.

Es una de las procesiones marianas más grandes del mundo en cuanto a asistentes, junto a las de la Virgen de Guadalupe en México y de Fátima en Portugal.

La seguridad durante las procesiones está garantizada con la presencia de los Celadores de la Divina Pastora, grupo integrado por caballeros de la parroquia quienes están atentos ante cualquier eventualidad, con el apoyo de los cuerpos de seguridad del Estado.

¿Por qué Divina Pastora?

Desde que Jesucristo, el hijo de Dios, se encarnó en el vientre de la santísima Virgen María y se hizo hombre, se presentó a sí mismo como el cordero de Dios y el Buen Pastor.

San Juan lo señala en su Evangelio en el capítulo “El Buen Pastor”: “En verdad, en verdad os digo: El que no entra por la puerta en el aprisco (redil) de las ovejas, sino que sube por otra parte, ese es un ladrón y un salteador; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas…, yo soy el buen pastor, que da la vida por sus ovejas, las conozco y ellas me conocen a mí”. (Juan 10, 1-18).

Jesús el Buen Pastor / El Estímulo

Si Jesucristo es el Buen Pastor, María su madre, unida al plan de salvación de Dios para todos los hombres que escuchan su voz, es la buena Pastora de las Almas.

Con esta idea basada en el Evangelio de San Juan, esta advocación mariana es una de las más hermosas y recibe cada año el fervor y veneración del pueblo venezolano.

El destino y su jugada

Corría el siglo XVIII y el sacerdote de la iglesia de la Inmaculada Concepción de Barquisimeto, presbítero Felipe de Prado para aquel entonces, encargó a España una imagen de la Divina Pastora para el culto de sus altares. Al mismo tiempo, el sacerdote párroco de Santa Rosa, pueblo vecino a la capital larense, el padre Sebastián Bernal, solicitó una imagen de la Inmaculada Concepción para su parroquia.

Sucedió que por equivocación las cajas fueron cambiadas de destino y la de la Divina Pastora llegó a Santa Rosa y la de la Inmaculada Concepción a Barquisimeto. El párroco de Santa Rosa, al darse cuenta del error, cerró el cajón y procedió enviarlo a Barquisimeto.

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Entonces, la Divina Pastora expresó su deseo de quedarse en Santa Rosa y lo hizo de forma sencilla y explícita, cuando la persona encomendada para que levantase el cajón, un indígena con fama de forzudo, no pudo moverlo del suelo ni pidiendo ayuda. La caja se tornó extrañamente muy pesada.

Se sucedieron varias consultas entre los sacerdotes, Felipe de Prado y Sebastián Bernal. Debían tomar una decisión y entendieron la circunstancia que la Divina Pastora quería permanecer en la iglesia de Santa Rosa, que ha sido su lugar natural de exposición y veneración para los fieles desde hace más de dos siglos.

A partir de ese momento el padre Sebastián Bernal le dedicó los 57 años restantes de su ministerio sacerdotal al culto de veneración a la Divina Pastora, no solo en Santa Rosa y Barquisimeto, sino también en los pueblos aledaños. Bernal falleció el 28 de agosto de 1794. Esta devoción se mantuvo viva y se celebrada con mucha solemnidad todos los 8 de septiembre.

Pueblo de dilatada tradición católica

Es importante acotar que Santa Rosa fue el primer poblado de América que perpetuó el nombre de la santa peruana Rosa de Lima. Es un pueblo de dilatada tradición católica.

Alfredo Armas Alfonzo, en su obra “La tierra de Venezuela y los cielos de sus santos” comenta acerca de la fundación de Santa Rosa de Lima y el comienzo del culto a la Divina Pastora:

“El capuchino Agustín de Villabánez lo funda en 1673 con la incorporación de ciento treinta y ocho familias de indios gayones. El origen del culto de la Divina Pastora, tan de la afección de la Orden Capuchina, adviene a consecuencia de la labor del acristianamiento que cumplieron en la región a fines del siglo XVIII dos miembros de la Orden, Fray Cristóbal de Alcalá y Fray Gabriel de Hionera”.

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El terremoto dejó intacta a la Virgen

El terrible terremoto que azotó a muchas poblaciones del país el 26 de marzo de 1812 destruyó en casi su totalidad la iglesia de Santa Rosa. Solo quedaron en pie las paredes laterales, pero milagrosamente la imagen de la Divina Pastora se encontró entre los escombros en perfecto estado, intacta, sin ningún rasgo de rotura ni desperfecto. Es decir, un milagro en medio de uno de los sismos más devastadores que se han producido en el país.

La imagen de la Divina Pastora se siguió venerando entre las ruinas bajo una parte del techo que se mantenía en pie, hasta el año 1850 cuando el padre José María Macario Yépez la mudó a una capilla provisional erigida a un costado de las ruinas.

Posteriormente, el 30 de agosto de 1864 volvió a la iglesia de Santa Rosa, reconstruida en su totalidad. Muchos años después es consagrada como Basílica Menor y el 14 de enero de 2018 fue elevada a la categoría de Santuario de la Divina Pastora.

El cólera y la necesidad de un milagro

La peste de cólera que azotó el país en el año de 1855, causó innumerables muertes en muy poco tiempo.

La población estaba sumamente temerosa de contraer la terrible epidemia por lo altamente contagiosa, la rapidez con que actuaba sobre los enfermos y abatida del dolor causado por la cantidad de víctimas que diariamente cobraba cientos de vidas.

Ante esta desesperada situación, el presbítero José María Macario Yépez, párroco de la iglesia de la Inmaculada Concepción de Barquisimeto sintió la inspiración de Dios para reconfortar a tantas almas y fortalecer la fe en su feligresía.

El sacerdote Macario Yépez propuso erigir un monumento a la Cruz Salvadora, en el sitio histórico llamado Tierritas Blancas, donde las tropas patriotas, comandadas por El Libertador, sufrieron un serio revés durante la guerra independentista.

El sitio fue escogido como simbólico porque estaba regado con sangre de los patriotas, mártires caídos en el lugar. La Cruz Salvadora traería el favor divino y libraría al pueblo de la terrible peste que lo azotaba. El monumento a la Cruz se finalizó de construir a finales de 1855 bajo la conducción del presbítero José María Raldíriz y José Manuel Oberto.

La procesión milagrosa

Con el fin de dar mayor notoriedad al acto de bendición de la Cruz y atraer a la feligresía para acercarse a Dios ante la terrible epidemia de cólera que diezmaba a la población, el padre José Macario Yépez organizó una procesión para inaugurar el monumento el 14 de enero de 1856. La imagen de la Divina Pastora fue llevada desde su templo en Santa Rosa hasta Barquisimeto, con la aprobación del Vicario Foráneo de Barquisimeto, presbítero José María Raldíriz.

La Divina Pastora hizo el recorrido en hombros por los pobladores de Santa Rosa y al pie de la Cruz se encontraría con la imagen de Jesús Nazareno, procedente de la Iglesia de la Inmaculada Concepción, donde la multitud de fieles imploraba a Dios para que alejara la peste.

A las 4:00 de la tarde del 14 de enero de 1856 se realizó el encuentro de la imagen de la Divina Pastora con Jesús Nazareno. Durante el acto de la bendición de la Cruz Salvadora se interpretó el Popule meus, de José Ángel Lamas. Un coro de voces femeninas dio un aire de solemnidad al acto litúrgico.

Escuchemos el Popule meus (Improperia) de José Ángel Lamas interpretado por la Orquesta Filarmónica Nacional y el Coro Polifónico Rafael Suárez.

Cuando la lenta y parsimoniosa procesión entró a la ciudad y pasó frente de la casa de ño Pedro Valdés, su esposa Ceferina Cristina, moribunda por el cólera, se incorporó de su cama y caminó hasta la puerta para agradecer al paso de la Divina Pastora. El milagro de su mejoría de inmediato se regó por toda la población y fue un bálsamo para reconfortar al pueblo en su fe cristiana.

Ofrecer la vida por el pueblo

La mejor descripción del acontecimiento en la iglesia de la Inmaculada Concepción de Barquisimeto la relata Alfredo Armas Alfonzo en su obra ya citada:

“La solemne procesión alcanza al fin la puerta de la Concepción. El padre Macario Yépez, puesto de rodillas, los brazos en cruz, le habla a la visitante: ‘¡Virgen Santísima, Divina Pastora! En aras de la Justicia Divina, por el bien y salvación de este pueblo, te ofrezco mi vida. Madre mía, Divina Pastora, por los dolores que experimentó tu purísimo corazón cuando recibiste en los brazos a tu Santísimo Hijo, que salves a este pueblo. ¡Que sea yo la última víctima del cólera!’”

Tan solo transcurrieron cuatro meses y medio cuando el padre Macario Yépez se enfermó con la peste. Sanó de este mal, pero inmediatamente después se enfermó con fiebre tifoidea y a los pocos días las campanas de la iglesia de la Inmaculada Concepción anunciaron su deceso en la mañana del 16 de junio de 1856.

Procesión todos los años

A partir de ese acontecimiento histórico religioso, el Vicario Foráneo de Barquisimeto, presbítero José María Raldíriz determinó que la imagen de la Divina Pastora visitara en solemne y multitudinaria procesión la ciudad de Barquisimeto todos los años, cada 14 de enero, como un testimonio perenne de gratitud a la Madre de Dios, pues según la tradición y creencia general, confirmada por muchos sobrevivientes del cólera, con la llegada de la imagen de la Divina Pastora ese 14 de enero de 1856, comenzó a cesar aquella terrible epidemia.

La motivación del padre Macario Yépez de salir en procesión con la imagen venerada de la Divina Pastora, desde el Santuario de Santa Rosa hasta la Catedral de Barquisimeto, fue el inicio de una tradición de alto fervor religioso de todo un pueblo que implora por la solución de sus problemas y necesidades básicas.

Otra de las manifestaciones del fervor hacia la imagen de la Divina Pastora está representada en su vestuario. Los devotos, cada año, quieren que la Virgen estrene.

Esta tradición ha ido creciendo con los años y cada vez son más los feligreses que viajan hasta el estado Lara para participar en una de las manifestaciones religiosas más grandes del mundo, con humildad y mucho fervor, para tributar su devoción a la Virgen María bajo la advocación de la Divina Pastora.

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La Divina Pastora en el arte

Juan Lovera, el más importante artista del período colonial, no se interesó en el tema religioso. La única obra que se conoce del citado pintor donde aborda lo místico es un cuadro de la Divina Pastora, que forma parte de la colección de la Galería de Arte Nacional de Caracas.

Es el único testimonio religioso en la producción pictórica de este artista de la Colonia, célebre por sus obras de temática histórica y por sus retratos de los principales personajes vinculados a la Independencia y a los primeros años de la República.

En la pintura popular venezolana se encuentran numerosas versiones de la Divina Pastora realizadas a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX.

La figura de la Divina Pastora también aparece en una estampilla venezolana con motivo del Bimilenario de la Natividad de Nuestra Señora en 1985, en una colección de 10 sellos con un valor de Bs. 1, emitida por el Instituto Postal Telegráfico (Ipostel) e impresa por Gráficas Armitano C.A.

La legendaria tradición alfarera del estado Lara es pródiga en la producción de artesanía con la figura e imágenes en muy variadas versiones de la Divina Pastora, ofrecidas en venta por artesanos locales. Son piezas realizadas en barro cocido y luego policromadas manualmente. Forman parte del arte popular y son muy apreciadas por los coleccionistas.

Caminata presidencial

Un dato muy singular es que el presidente de la República, doctor Luis Herrera Campíns, durante los cinco años de su mandato asistió a las multitudinarias procesiones de la Divina Pastora cada 14 de enero.

El jefe de Estado esperaba la procesión en la calle 22 cruce con la avenida Venezuela de Barquisimeto, uno de los lugares de cambio de cargadores, y de la manera más discreta posible, se incorporaba para seguir a pie acompañando, como un feligrés más, a la imagen de la Divina Pastora hasta la Catedral Metropolitana.

Esto era ejemplo de democracia y fervor religioso desde las alturas del poder pero con la humildad y sencillez que debe prevalecer en todo hombre de bien.

“Porque el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado” (Lucas 14, 11)

El Estímulo

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Latino 1, latino 2, i latina, Iglesia latina, i griega, ye, sexi / El lenguaje en el tiempo

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El español latino es una forma de nuestro idioma algo distinto al que se oye en España/Markus Winkler

El experto Fernando Ávila explica lo que significa español latino y el por qué se escribe sexi.

Pregunta del lector Rigoberto Ramírez Usma: ¿Por qué el comentarista de cine de Caracol Radio dice que la película está doblada al español latino? ¿Hay algún español que no sea latino?

Respuesta: Hasta hace unos años se usaba el adjetivo “latino” para referirse a los idiomas derivados del latín, la lengua del Lacio, cuya capital es Roma. Esos idiomas son el español (castellano), el gallego, el catalán, el valenciano, el francés, el portugués, el italiano, el rumano y otros de menor importancia. Es lo que dice el Diccionario de la lengua española, DLE, bajo el lema azul “latino 1”.

Contenidos de la entrada

Latino 2

En años recientes se agregó al DLE, de la RAE, el lema “latino 2”, con el significado de ‘latinoamericano’. Entonces, el español latino es una forma de nuestro idioma algo distinto al que se oye en la península ibérica. Por dar algún ejemplo de esas diferencias, podríamos recordar que en España no se pronuncian las sílabas tla, tle, tli, tlo, tlu, mientras que en Latinoamérica sí, lo que hace que allá se diga at-le-ta, y aquí, a-tle-ta; la jota es allá más gutural, y aquí, más suave, al pronunciar jamón, jarabe, jolín; allá se dice “ordenador”, y aquí, “computador”; allá se permite “subir para arriba”, mientras que aquí se condena como redundancia; allá se dice “una de cada”, y aquí redundamos “una de cada una”…, y ustedes ya saben lo de la c y la z, que pronuncian allá con mordida de lengua, mientras que aquí seseamos, dejando la lengua atrás.

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Romano

También se usan el adjetivo “latino” y su sinónimo “romano” para referirse a los números ordinales, como rey Felipe VI (sexto), papa Benedicto XVI (dieciséis), XXXII (trigésimo segundo) Congreso Ganadero, y diferenciarlos de los arábigos, 6 (seis), 16 (dieciséis), 32 (treinta y dos). Se usa también para referirse a la Iglesia latina, la católica de occidente, cuyos ritos son distintos de los de la Iglesia de oriente. De igual manera, para identificar la vocal i, llamada i latina, y diferenciarla de la y, llamada i griega en su función de vocal, y ye, en su función de consonante.

I latina

La i latina va en cualquier posición. Puede ser al comienzo de la palabra, iguana, imán, idilio; en la mitad, coito, cuida, tapias, o al final bonsái, Pili, sexi. Puede llevar tilde, nací, Itagüí, Monguí, o no llevarla, inca, oficio, mira. Puede repetirse en una misma palabra, tití, dividivi, Titiribí. Mientras que la i griega como vocal solo se usa cuando actúa como conjunción, Marta y María, vivo y directo, maja y simpática, y cuando la palabra termina en diptongo decreciente. Esto último pasa en palabras terminadas en ay, como caray, Bombay, ¡ay!; en ey, como virrey, mamey, caney; en oy, como soy, doy, Sibundoy, y en uy, como Cocuy, cuy, ¡uy! En otras posiciones es consonante ye, con sonido articulado, como el de la ll, y no vocal, como el de la i, yace, Yemen, rayito, cuyo, cónyuge. Nunca lleva tilde.

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Sexi

Dadas esas circunstancias léxicas, hay adaptaciones españolas terminadas en i latina de palabras inglesas terminadas en i griega, como sexi (en inglés sexy), ferri (ferry), curri (curry), derbi (derby), dandi (dandy), Dani (Danny), Mari (Mary).

Fernando Ávila, experto en lingüística

El Tiempo

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Lo más sobresaliente del cine mexicano en Casa de México en España

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Ciclo de cine | Ganadoras del premio Ariel: 66ª edición/ Casa de México

Del 16 de Enero al 01 de Febrero de 2025

Lo más sobresaliente del cine mexicano reciente se muestra en este ciclo dedicado a películas galardonadas con en la entrega 66 del Premio Ariel en 2024, el máximo reconocimiento de la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas (AMACC).​ A través de estas obras se presentan historias únicas, propuestas narrativas audaces y un trabajo técnico impecable, que están dejando una huella significativa en la industria cinematográfica tanto a nivel nacional como internacional.​

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Una oportunidad para disfrutar del talento que ha definido al séptimo arte mexicano de los últimos años.

Programa:

Todo el silencio​ | Dir. Diego del Rio​​
16 de enero | 19:00 h​

Kokoloko | Dir. Gerardo Naranjo​
17 de enero | 19:00 h

La sociedad de la nieve | Dir. J.A. Bayona​
18 de enero | 19:00 ​​

Programa de cortometrajes ganadores​
30 de enero | 19:00 h​

Desaparecer por completo | Dir. Luis Javier M. Henaine​​
31 de enero | 19:00 h​

Temporada de huracanes | Dir. Elisa Miller​​
1º de febrero | 19:00 h

Fundación Casa de México en España

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