Arte y Cultura
La poesía de Leonardo Padrón por Madrid
Por Karen Lentini Gómez
Quedamos en la estación de Chueca, mi amiga me miró y dijo: ¿Te encuentras bien? estás colorada. Le dije que me encontraba perfectamente intentando disimular la emoción; ella se hizo la desentendida.
Válgame Dios era el nombre de la calle, la reconocí enseguida.
Leonardo entró por el otro lado, no parecía haber cambiado nada. Sus rulos blancos, su sonrisa amplia y su camisa gris. La perturbación de sus crónicas no se reflejaba en su rostro.
Al entrar en la cestería, a la derecha estaba la mesa dispuesta con el libro Contracanto (poesía reunida 1979-2011); no pude evitar pensar: comienza en el año en que nací.
Entre las paredes llenas de cestas y artesanías se escuchaba el bullicio, el asombro de los reencuentros y las casualidades. Al fondo había un escritorio para dos. Las sillas no alcanzaron para todos.
Aquel día compré el libro, al ojearlo leí Balada y recordé que alguien me contó que en los años ochenta, en Caracas, se cortejaba con estos poemas, solían compartirse en papelitos, en fotocopias, en llamadas de teléfono, en dedicatorias de otros libros:
Decir la mujer
decir el aceite de su mirada.
Quedársele en los ojos.
Decir su cuerpo de fiebres
sus luces de mayo.
Saberla,
brevemente.
Mi amiga no lo conocía, pero se interesó por el libro y estuvo atenta durante toda la conversación.
Al finalizar, recuerdo la cola de los lectores esperando pacientemente para que Padrón les firmara, y la insistencia de mi amiga para que le pidiese una foto. Yo me negaba por timidez. Cuando llegó mi turno, me acerqué, él me sujetó por los hombros, me dio un beso inesperado en la mejilla, y pese a su simpatía, solo fui capaz de decirle mi nombre y darle las gracias por estar allí, en una voz tan baja que él no escuchó.
La segunda vez fue en la librería Antonio Machado. A pesar del vapor que salía del asfalto, el implacable sol en la piel y las rebeldes gotas de sudor que resbalaban por cualquier sitio, parecía mejor opción esperar afuera. Mientras pasaban los minutos, los transeúntes se aglomeraban en la calle del Marqués de Casa Riera, preguntando qué sucedía, quién se encontraba allí.
El resto de los lectores, los que sí conocían la identidad del personaje, apuraban el paso dejando ver la angustia al imaginar no poder encontrar un buen lugar para oírlo.
Tal y como comentó un novelista español que intentó acercarse a la Antonio Machado ese día, y se quedó atascado en la puerta: aquello parecía un concierto de rock.
Poco sospechaba Leonardo Padrón que al salir de su Venezuela querida el calor de sus lectores lo abrigaría también en esta otra ciudad. El 16 de junio de 2022 no era la primera vez que el escritor se encontraba en Madrid, tampoco la primera vez que presentaba un libro, ni el único momento en que parecía que iba a explotar el termómetro por la agitación de su presencia. Esta ocasión la recuerdo especialmente, porque no había visto que una librería española se llenase de esa forma para ver a un escritor, a pesar del calor de la ciudad, y sin la intervención de festivales o de medios publicitarios.
Yo había llegado pronto, pero observando con asombro lo que pasaba a mi alrededor, me despisté, y acabé casi en la puerta, como una funambulista huyendo de los pisotones, evitando que las horquillas y los pasadores de pelo me pinchasen los ojos.
Ni la alta temperatura y ni la estrechez debilitaron a los seguidores de Leonardo Padrón, que con paciencia lo escucharon conversar con sus queridos amigos, también escritores venezolanos residentes en Madrid: Mónica Montañés y Juan Carlos Méndez Guédez .
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Allí, entre la mirada atónita de Antonio Machado, los susurros de Rómulo Gallegos, la felicidad de su mentor Salvador Garmendia, y la bufonería de Cioran, sus apasionados lectores esperaron hasta el final, escuchándolo leer su poesía, y aguardando la oportunidad de encontrar un hueco por donde acercarse.
Sumido entre los libros y el afecto, acostumbrado a llenar grandes salones de hoteles en las presentaciones de sus libros en Caracas, Padrón permanecía perplejo ante el feroz entusiasmo que despertaba su poesía y sus crónicas entre los asistentes en aquella jornada; un fervor que tal vez solo he visto en los últimos años en los lectores de Irene Vallejo.
Aquel día comprendí que, en Madrid, cuanto más pasan los años, más pequeños se van quedando los espacios para albergar el entusiasmo que despierta la poesía de Leonardo Padrón.
Viajes a Madrid
Las ciudades silenciosas parecen fundirse en él, anhelantes, satisfechas por recibir el apego de sus ojos y la caricia de las palabras. Este observador incansable es capaz de encontrar la belleza en su esplendor hasta en la reja más herrumbrosa.
Así le ha sucedido con Madrid, porque además desde hace unos años sus visitas a la ciudad no pasan desapercibidas.
En 2018 fue quizá cuando comenzó el burbujeo de manifestaciones de cariño de la que han sido testigos sus hijos, y ha sido partícipe su esposa Mariaca Semprún; también admirada y reconocida entre otras cosas por su maravillosa voz e interpretación en Piaf, voz y delirio, un musical escrito por él, y representado en el Teatro Alcázar de Madrid.
En un intento de atraerlo hacía aquí, la ciudad fue generando una serie de coincidencias para mantenerlo ligado a sus calles. Una de estas fue la oportunidad de firmar sus obras en la Feria del Libro de Madrid, de la que ya había disfrutado en otras ocasiones como lector.
Feria del Libro de Madrid
Tiempos feroces ha sido la obra que lo ha llevado a ser un habitual escritor convocado a firmar en la feria del libro que se desarrolla en El Retiro. En la primera ocasión, la editorial no sospechaba que se agotarían todos los ejemplares. El siguiente año ya estaban prevenidos, porque su volumen Tiempos feroces sigue generando adeptos. Todavía en 2024 es la obra más vendida de la editorial Kalathos. Pero también son muchos los lectores que aparecen con sus antiguos poemarios publicados en Venezuela por Seix Barral, Eclepsidra, Bid&Co. y Pomaire.
Este año 2024 llegó a la caseta sin agobios, risueño, con una camisa fresca para aguantar la jornada. Le ofrecieron una cerveza que calmó su calor, pero no apagó el de los presentes que atajaban los nervios y la emoción, cuchicheando sobre la calidez de su voz o sobre cuál de sus libros estaría disponible.
Familias enteras viajaron de Toledo y Barcelona para verlo.
Curioso y entrañable que al venir de Venezuela, cargaron con sus libros, dándole un lugar privilegiado en las maletas donde no cabe toda una vida.
Además de pedirle su firma, algún lector más osado le preguntó su opinión sobre algún manuscrito, o le proponían que escribiese prólogos para obras futuras. Incluso le regalaron botes de mermelada, postales y botellas de vino.
Madrid ya se siente afortunada por su presencia, y no rivaliza con Caracas, aunque esta la mira con recelo por robarle a sus amores. Se resigna a compartirlos y a esperar que alguna vez vuelvan.
Ahora Madrid no es solo el refugio de sus hijos, sino el de muchos de sus compatriotas que lo admiran. Delíveris que suelen dejarle mensajes ocultos entre su comida agradeciéndole sus relatos, su activismo, su contarnos: «Gracias por escribirnos, Leo»
Aún le sorprende al pasear por una calle madrileña, y detenerse para fotografiar a una estatua viviente, que esta abandone su rigidez, y le diga con acento venezolano: «Leonardo, vamos a hacernos una foto juntos.»
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Porque eso es Leonardo Padrón: el fulgurante poeta y guionista venezolano que en muchos lugares es reconocido y exaltado. El que ha dibujado en sus telenovelas personajes políticos parecidos a los que iban emergiendo en el país; el que ha narrado la impotencia y la tristeza que comparte con sus 3 millones de seguidores en X; el que ha entrevistado a importantes personalidades ligadas a la cultura, la política y el deporte. El de la voz que retumba el suelo, y con su palabra tambalea la memoria afectiva de sus lectores con el recuerdo de una calle caraqueña, de un olor a mandarina.
Por eso, en muchas ocasiones al escuchar un simple «Adiós, Leonardo», el poeta se da la vuelta y entrega su mano para retribuir el afecto; y ofrece un gesto afable cuando encuentra un lector que tiembla al conocerlo. Algo que quizá no llegó a imaginar nunca, cuando en los lejanos ochenta entró al mundo de la poesía venezolana y formó parte de Guaire, aquel grupo poético que encarnó la necesidad de una poesía exteriorista, conversacional, que dialogaba con las emociones y las pequeñas vidas de los habitantes de las ciudades.
La Venezuela perdida
Según el Instituto Nacional de Estadística (INE) en el año 2022, residían en España alrededor de 200 mil venezolanos. En Madrid viven más de 60 mil; la diáspora de un país devastado que cruza las fronteras, como el caracol que lleva su casa a cuestas y viaja con las palabras de este escritor.
En la Gran Vía son incontables los encuentros, sin embargo, no ha olvidado a esa persona que le pidió grabase un audio para felicitar a su abuela que estaba de cumpleaños ese día, o aquel lector que le compró el libro a su madre, y le cuenta que ella todos los días escoge una página, le toma una foto, y la envía por WhatsApp para dar fe de lo que dice Leonardo.
Otro episodio excepcional de sus estancias en Madrid fue cuando visitó el restaurante Piantao. Mientras transcurría la comida notó que lo trataban con especial mimo, con delicada efusividad. Al indagar en su sospecha, se encontró con una delegación de venezolanos trabajando en la cocina que estaban encantados por atender al escritor venezolano creador de Pálpito, la serie en español más famosa de Netflix.
Hay un vacío en mi memoria, el momento en que me tropecé con sus crónicas, y la época en que por fin pude ponerle rostro a esas telenovelas con los ecos del poeta que yo había disfrutado en Caracas, asombrada por la belleza de sus diálogos, por la inteligencia de sus historias.
Aquello quizá sucedió en Madrid en 2020, en el salón de casa, por un canal español en el que ya no estaba la voz de Ricardo Montaner o Frank Quintero, ni la obligación de hacer silencio absoluto. En ese instante me encontré con la telenovela Amar a muerte, un deleite indescifrable proveniente de otro tiempo que ahora sí podía compartir con mi madre.
Son generaciones enteras de abuelos, de padres, e hijos. Hombres y mujeres que han crecido mirando sus historias, escuchando sus entrevistas, enamorándose con sus poemas. Seres que se aferran a sus frases, mujeres a las que no les importa perder el metro para ir a saludarlo, y hombres que quizá no se atreven a admitir su admiración.
Un artífice de la palabra al que no se le escapa el poder que esta tiene, el embrujo que provoca la creatividad, la sutileza y la seducción acompañada por la belleza. Un escritor que otorga armonía y resalta lo tan extrañado en estos tiempos: el «noble cortejo de la palabra».
Su palabra conmueve por la llaneza de su expresión y sus lectores lo aclaman igual que al mexicano Jaime Sabines, autor que mientras leía su poesía podía escuchar el murmullo de los lectores repitiéndola de memoria.
Es carismático y trae consigo un mensaje de cordialidad, ingenio y éxito. Lectores y televidentes de sus novelas y series le siguen, equiparándolo al recuerdo feliz de aquello que perdieron, el mal de muchos unidos por el dolor, conectados por una época feliz y desdichada: la Venezuela perdida.
«Para mí es precioso lo que significa, la herida es colectiva, todos somos parte de ella y todos nos abrazamos en ella», suele afirmar.
Padrón es la calidez, la sencillez y la cercanía, la personificación de la nostalgia metida en todas las aristas y bordes del venezolano.
Con una memoria prodigiosa atesora cada una de las expresiones de cariño, acaso como ese trozo de Fantasía que sujeta la emperatriz en La historia interminable de Michael Ende, para recordarnos que no se desvanecerá, que mientras más la imaginemos, más esplendorosa será nuestra casa grande.
«Los optimistas (dicen que es una raza en extinción en el territorio nacional) saben que toda crisis genera una mina de posibilidades. Repito a Francois Guizot en su afirmación de que los optimistas son quienes transforman al mundo. La lección ante nuestros errores acumulados ha sido amarga. Pero es hora de responder. De apostar duro. De vivir cada día como construcción. De devolverle a esta tierra de gracia todo lo que nos ha dado, empezando por el derecho a existir y crecer en su aire, en su luz, en su maravilla, maravilla que vamos a devolverle con nuestras ganas de seguir perteneciendo a un gentilicio, de seguir viviendo en la casa grande de nuestra existencia.»
La casa grande, la casa que escribe Leonardo Padrón.
Arte y Cultura
La escritora argentina Leila Guerriero, tras las huellas españolas de Truman Capote
Por Albert Gómez
Leila Guerriero es una de las periodistas argentinas más conocidas que tiene a sus espaldas premios como los de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano o el Manuel Vázquez Montalbán. Cuando terminó La llamada (Anagrama, 2024), retrato de una víctima de la dictadura argentina por el que ha recibido numeroso reconocimiento en medios, se sintió vacía como el que se libera de una obsesión largo tiempo enquistada. Llegados a este punto es cuando intervino la beca de creación Finestres, la fundación de un millonario de las farmacéuticas que tiene homónimas librerías en el centro de Barcelona, que le permitió investigar la estadía española del escritor norteamericano Truman Capote.
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Truman Capote estuvo en Palamós (Costa Brava) durante los seis meses de primavera y verano de 1960 a 1963, sumando un total de 18 meses en los que estuvo escribiendo el clásico del nuevo periodismo A sangre fría y esperando que ejecutaran a los dos asesinos protagonistas para poder acabar su historia. Capote vino a España para trabajar, para apartarse de las fiestas, y así lo confirman los que quedan vivos para testimoniar su paso, la suya fue una estancia discreta.
Otro de los importantes factores añadidos a la investigación es que la cómoda residencia de los becados por Finestres, la Casa Sanià, es precisamente una de las casas de Palamós en la que Capote residió un mayor tiempo. Así que Guerriero partió tras el fantasma del hombre que habitó esas paredes en las que le tocó residir, siguiendo las pistas de la correspondencia y las biografías y tratándolas de distinguir de todos los rumores. Se encontró como buena periodista inconsistencias en las actuales rutas turísticas relacionadas con Capote que se patrocinan en la localidad, también cierta leyenda negra asociada a su alcoholismo y homosexualidad. Finalmente, la periodista argentina también indagó en la génesis de un libro tan importante para el oficio que fue tanto una condena como un éxito para Capote, que terminó lamentando su escritura en las fases finales de su vida. La dificultad del fantasma (Anagrama, 2024) es un pequeño ensayo que reúne dicha investigación, a lo que cabría añadir que hay valiosas reflexiones sobre el trabajo de cronista.
En THE OBJECTIVE contactamos con Leila Guerriero tras su paso por un festival de literatura y nos atiende desde su casa en Buenos Aires. Primero charlamos de sus sensaciones al terminar el ensayo: «Escribirlo fue fantástico porque en el mes de marzo de 2023 había terminado otro libro que es La llamada, fue muy venturoso casi no sentir el vacío que me dejaba ese libro para empezar otro libro de un tema muy distinto, y creo que después de La dificultad del fantasma cayeron los dos seguidos por un tiempo. Cuando estás mucho tiempo escribiendo te queda luego la sensación de cierto vacío, que ya no queda nada más por decir, pero por supuesto tienes que seguir trabajando porque hay ciertos compromisos. Fue una nueva versión del vacío de siempre que uno sabe debe llevar con prestancia».
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Son muchos los sacrificios que atraviesan la vida de Capote, también las de todos los periodistas. ¿Acaso el periodismo narrativo está infravalorado? Guerriero cree que no: «Hay una valoración clara incluso entre los periodistas, si antes había periodistas de generaciones anteriores a la mía sentían que el reconocimiento real llegaba cuando escribían una novela, ahora hay periodistas de generaciones nuevas que solo escribimos no-ficción. Hay incluso un mayor interés de las editoriales por libros de periodismo narrativo, algo que se considera de valor artístico. Incluso veo autores tradicionales de ficción que se pasan a la no-ficción, haciendo un trabajo de entrevistas fuertes, que era algo excepcional antes y ahora lo veo a menudo»
No ficción
Es imprescindible hablar de Truman Capote, pero a la hora de hablar de él, Guerriero duda que lo suyo sea amor por el escritor: «Lo primero que leí fue A sangre fría, no porque esperara ser periodista, me acuerdo de haberlo leído a los 18 o 20 años cuando llegué a Buenos Aires. Mi primera lectura no es de deslumbramiento, es de impacto. Me asombró mucho la estructura del libro, uno quizás entra al libro esperando la masacre, pero en el libro sucede en la tercera parte. Pensé mucho en el valor del autor para dilatar esa escena. A partir de ahí empecé con su obra de ficción, leí el relato Féretros tallados a mano y me impresionó muchísimo».
Añade: «No sé si lo llamaría amor, en mis autores de referencia hay otros más fuertes, pero siempre me pareció impresionante con su ego, narcisismo y plantarse para decir ‘yo inventé la no ficción’ cuando ya estaba inventada. La posibilidad de la beca Finestres y todo esto fueron la excusa perfecta para meterme en sus libros, repasar sus cartas, releer la biografía de nuevo, cuando empiezas a hacer esos nexos entre la obra y la vida entonces se generan enlaces de manera muy clara. A veces da miedo mirar algo tan de cerca».
Finalmente, en el texto se invoca al fantasma de Capote, algo que hace la literatura en general. Guerriero cree que la escritura convoca algo más que escritura: «No estoy interesada en fenómenos paranormales, pero sí pasan cosas extrañas con la escritura, cosas que tiendo a pensar son relacionadas con cuestiones de la física que no terminamos de comprender, los entrecruzamientos del tiempo y el espacio. Por un lado la escritura convoca escritura, la única forma de escribir bien es escribir mucho. Siento que cuanto más escribís puede haber una convocatoria. Pero también veo que cuando uno está muy metido en un tema es como si la realidad estuviera girando alrededor de ese tema. Alguien casualmente te habla de un libro que leyó, ves un grafiti que tiene que ver con lo que estás pensando, te encuentras en un sitio con un especialista que te abre una puerta enorme… Creo que tiene que ver con las cosas incontrolables de los cruces temporales y espaciales, luego una está muy enfocada en lo que está haciendo y la realidad le habla mucho, todo el tiempo».
The Objective
Arte y Cultura
1 de noviembre Día de Todos los Santos
Por Virginia López Esplá
En la mayor parte de los países de tradición cristiana el 1 de noviembre es el día para homenajear de forma especial a los difuntos
Los últimos dos meses del año llegan cargados de festivos que muchas personas aprovechan para descansar de la jornada laboral en el caso de los adultos o de las tareas de la jornada escolar en el caso de los estudiantes.
Con la entrada del mes de noviembre se inicia un ‘carrusel’ de festivos que se inicia con el puente de Todos los Santos y acabará con el fin de la Navidad.
El último festivo nacional fue el pasado 12 de octubre, con el Día de la Fiesta Nacional. Sin embargo, en esta ocasión la fiesta se produjo en sábado por lo que pocas personas notaron sus efectos
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Dejando de lado las fiestas municipales y autonómicas, el próximo festivo nacional es el viernes 1 de noviembre. Este día es conocido como Día de Todos los Santos y en España se suele emplear para visitar a familiares y seres queridos fallecidos
¿Dónde es festivo el 1 de noviembre?
El 1 de noviembre o Día de Todos los Santos es festivo nacional. Por lo tanto, en toda España este viernes será festivo y no será día laboral ni escolar.
Así lo establece el calendario laboral publicado en el Boletín Oficial del Estado (BOE), desde donde también se especifica que esta fiesta no se puede sustituir por ningún otro día.
¿Dónde hay puente de Todos los Santos?
El día 1 de noviembre es viernes y, como hemos dicho, será festivo nacional. Es por ello que en todas las comunidades y localidades de España no habrá que acudir al trabajo ni a los centros escolares.
Además, con el calendario como aliado, millones de personas podrán disfrutar durante estos días de un puente o un fin de semana largo.
En sus orígenes esta festividad era una fiesta pagana de origen celta donde con la celebración de la fiesta del Samhain, empezaba el periodo de letargia invernal. Con la llegada del cristianismo se convirtió en una fiesta de recuerdo a los difuntos y se adoptaron también connotaciones religiosas.
ABC
Arte y Cultura
Este otoño vuelve Festival Eñe a Madrid y Málaga con Chile como país invitado
La decimosexta edición del festival se celebrará del 9 de noviembre al 1 de diciembre de 2024 y estará protagonizada por algunas las voces más interesantes del panorama cultural español e internacional, desde la literatura al cine, la música o las artes escénicas, entre otras manifestaciones de la creación contemporánea.
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Chile será el país invitado de Festival Eñe 2024, contando con una importante representación de sus autores y artistas más notables. Muy pronto iremos desvelando los primeros invitados.
El tema principal que impregnará el programa artístico será Democracia, cuestión fundamental en las relaciones humanas y urgente hoy en día, para ser tratado desde la cultura y los creadores. Ya puedes leer en nuestra web el manifiesto de nuestro director literario, Jesús Ruiz Mantilla, para esta edición.
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