Arte y Cultura
La poesía de Leonardo Padrón por Madrid
Por Karen Lentini Gómez
Quedamos en la estación de Chueca, mi amiga me miró y dijo: ¿Te encuentras bien? estás colorada. Le dije que me encontraba perfectamente intentando disimular la emoción; ella se hizo la desentendida.
Válgame Dios era el nombre de la calle, la reconocí enseguida.
Leonardo entró por el otro lado, no parecía haber cambiado nada. Sus rulos blancos, su sonrisa amplia y su camisa gris. La perturbación de sus crónicas no se reflejaba en su rostro.
Al entrar en la cestería, a la derecha estaba la mesa dispuesta con el libro Contracanto (poesía reunida 1979-2011); no pude evitar pensar: comienza en el año en que nací.
Entre las paredes llenas de cestas y artesanías se escuchaba el bullicio, el asombro de los reencuentros y las casualidades. Al fondo había un escritorio para dos. Las sillas no alcanzaron para todos.
Aquel día compré el libro, al ojearlo leí Balada y recordé que alguien me contó que en los años ochenta, en Caracas, se cortejaba con estos poemas, solían compartirse en papelitos, en fotocopias, en llamadas de teléfono, en dedicatorias de otros libros:
Decir la mujer
decir el aceite de su mirada.
Quedársele en los ojos.
Decir su cuerpo de fiebres
sus luces de mayo.
Saberla,
brevemente.
Mi amiga no lo conocía, pero se interesó por el libro y estuvo atenta durante toda la conversación.
Al finalizar, recuerdo la cola de los lectores esperando pacientemente para que Padrón les firmara, y la insistencia de mi amiga para que le pidiese una foto. Yo me negaba por timidez. Cuando llegó mi turno, me acerqué, él me sujetó por los hombros, me dio un beso inesperado en la mejilla, y pese a su simpatía, solo fui capaz de decirle mi nombre y darle las gracias por estar allí, en una voz tan baja que él no escuchó.
La segunda vez fue en la librería Antonio Machado. A pesar del vapor que salía del asfalto, el implacable sol en la piel y las rebeldes gotas de sudor que resbalaban por cualquier sitio, parecía mejor opción esperar afuera. Mientras pasaban los minutos, los transeúntes se aglomeraban en la calle del Marqués de Casa Riera, preguntando qué sucedía, quién se encontraba allí.
El resto de los lectores, los que sí conocían la identidad del personaje, apuraban el paso dejando ver la angustia al imaginar no poder encontrar un buen lugar para oírlo.
Tal y como comentó un novelista español que intentó acercarse a la Antonio Machado ese día, y se quedó atascado en la puerta: aquello parecía un concierto de rock.
Poco sospechaba Leonardo Padrón que al salir de su Venezuela querida el calor de sus lectores lo abrigaría también en esta otra ciudad. El 16 de junio de 2022 no era la primera vez que el escritor se encontraba en Madrid, tampoco la primera vez que presentaba un libro, ni el único momento en que parecía que iba a explotar el termómetro por la agitación de su presencia. Esta ocasión la recuerdo especialmente, porque no había visto que una librería española se llenase de esa forma para ver a un escritor, a pesar del calor de la ciudad, y sin la intervención de festivales o de medios publicitarios.
Yo había llegado pronto, pero observando con asombro lo que pasaba a mi alrededor, me despisté, y acabé casi en la puerta, como una funambulista huyendo de los pisotones, evitando que las horquillas y los pasadores de pelo me pinchasen los ojos.
Ni la alta temperatura y ni la estrechez debilitaron a los seguidores de Leonardo Padrón, que con paciencia lo escucharon conversar con sus queridos amigos, también escritores venezolanos residentes en Madrid: Mónica Montañés y Juan Carlos Méndez Guédez .
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Allí, entre la mirada atónita de Antonio Machado, los susurros de Rómulo Gallegos, la felicidad de su mentor Salvador Garmendia, y la bufonería de Cioran, sus apasionados lectores esperaron hasta el final, escuchándolo leer su poesía, y aguardando la oportunidad de encontrar un hueco por donde acercarse.
Sumido entre los libros y el afecto, acostumbrado a llenar grandes salones de hoteles en las presentaciones de sus libros en Caracas, Padrón permanecía perplejo ante el feroz entusiasmo que despertaba su poesía y sus crónicas entre los asistentes en aquella jornada; un fervor que tal vez solo he visto en los últimos años en los lectores de Irene Vallejo.
Aquel día comprendí que, en Madrid, cuanto más pasan los años, más pequeños se van quedando los espacios para albergar el entusiasmo que despierta la poesía de Leonardo Padrón.
Viajes a Madrid
Las ciudades silenciosas parecen fundirse en él, anhelantes, satisfechas por recibir el apego de sus ojos y la caricia de las palabras. Este observador incansable es capaz de encontrar la belleza en su esplendor hasta en la reja más herrumbrosa.
Así le ha sucedido con Madrid, porque además desde hace unos años sus visitas a la ciudad no pasan desapercibidas.
En 2018 fue quizá cuando comenzó el burbujeo de manifestaciones de cariño de la que han sido testigos sus hijos, y ha sido partícipe su esposa Mariaca Semprún; también admirada y reconocida entre otras cosas por su maravillosa voz e interpretación en Piaf, voz y delirio, un musical escrito por él, y representado en el Teatro Alcázar de Madrid.
En un intento de atraerlo hacía aquí, la ciudad fue generando una serie de coincidencias para mantenerlo ligado a sus calles. Una de estas fue la oportunidad de firmar sus obras en la Feria del Libro de Madrid, de la que ya había disfrutado en otras ocasiones como lector.
Feria del Libro de Madrid
Tiempos feroces ha sido la obra que lo ha llevado a ser un habitual escritor convocado a firmar en la feria del libro que se desarrolla en El Retiro. En la primera ocasión, la editorial no sospechaba que se agotarían todos los ejemplares. El siguiente año ya estaban prevenidos, porque su volumen Tiempos feroces sigue generando adeptos. Todavía en 2024 es la obra más vendida de la editorial Kalathos. Pero también son muchos los lectores que aparecen con sus antiguos poemarios publicados en Venezuela por Seix Barral, Eclepsidra, Bid&Co. y Pomaire.
Este año 2024 llegó a la caseta sin agobios, risueño, con una camisa fresca para aguantar la jornada. Le ofrecieron una cerveza que calmó su calor, pero no apagó el de los presentes que atajaban los nervios y la emoción, cuchicheando sobre la calidez de su voz o sobre cuál de sus libros estaría disponible.
Familias enteras viajaron de Toledo y Barcelona para verlo.
Curioso y entrañable que al venir de Venezuela, cargaron con sus libros, dándole un lugar privilegiado en las maletas donde no cabe toda una vida.
Además de pedirle su firma, algún lector más osado le preguntó su opinión sobre algún manuscrito, o le proponían que escribiese prólogos para obras futuras. Incluso le regalaron botes de mermelada, postales y botellas de vino.
Madrid ya se siente afortunada por su presencia, y no rivaliza con Caracas, aunque esta la mira con recelo por robarle a sus amores. Se resigna a compartirlos y a esperar que alguna vez vuelvan.
Ahora Madrid no es solo el refugio de sus hijos, sino el de muchos de sus compatriotas que lo admiran. Delíveris que suelen dejarle mensajes ocultos entre su comida agradeciéndole sus relatos, su activismo, su contarnos: «Gracias por escribirnos, Leo»
Aún le sorprende al pasear por una calle madrileña, y detenerse para fotografiar a una estatua viviente, que esta abandone su rigidez, y le diga con acento venezolano: «Leonardo, vamos a hacernos una foto juntos.»
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Porque eso es Leonardo Padrón: el fulgurante poeta y guionista venezolano que en muchos lugares es reconocido y exaltado. El que ha dibujado en sus telenovelas personajes políticos parecidos a los que iban emergiendo en el país; el que ha narrado la impotencia y la tristeza que comparte con sus 3 millones de seguidores en X; el que ha entrevistado a importantes personalidades ligadas a la cultura, la política y el deporte. El de la voz que retumba el suelo, y con su palabra tambalea la memoria afectiva de sus lectores con el recuerdo de una calle caraqueña, de un olor a mandarina.
Por eso, en muchas ocasiones al escuchar un simple «Adiós, Leonardo», el poeta se da la vuelta y entrega su mano para retribuir el afecto; y ofrece un gesto afable cuando encuentra un lector que tiembla al conocerlo. Algo que quizá no llegó a imaginar nunca, cuando en los lejanos ochenta entró al mundo de la poesía venezolana y formó parte de Guaire, aquel grupo poético que encarnó la necesidad de una poesía exteriorista, conversacional, que dialogaba con las emociones y las pequeñas vidas de los habitantes de las ciudades.
La Venezuela perdida
Según el Instituto Nacional de Estadística (INE) en el año 2022, residían en España alrededor de 200 mil venezolanos. En Madrid viven más de 60 mil; la diáspora de un país devastado que cruza las fronteras, como el caracol que lleva su casa a cuestas y viaja con las palabras de este escritor.
En la Gran Vía son incontables los encuentros, sin embargo, no ha olvidado a esa persona que le pidió grabase un audio para felicitar a su abuela que estaba de cumpleaños ese día, o aquel lector que le compró el libro a su madre, y le cuenta que ella todos los días escoge una página, le toma una foto, y la envía por WhatsApp para dar fe de lo que dice Leonardo.
Otro episodio excepcional de sus estancias en Madrid fue cuando visitó el restaurante Piantao. Mientras transcurría la comida notó que lo trataban con especial mimo, con delicada efusividad. Al indagar en su sospecha, se encontró con una delegación de venezolanos trabajando en la cocina que estaban encantados por atender al escritor venezolano creador de Pálpito, la serie en español más famosa de Netflix.
Hay un vacío en mi memoria, el momento en que me tropecé con sus crónicas, y la época en que por fin pude ponerle rostro a esas telenovelas con los ecos del poeta que yo había disfrutado en Caracas, asombrada por la belleza de sus diálogos, por la inteligencia de sus historias.
Aquello quizá sucedió en Madrid en 2020, en el salón de casa, por un canal español en el que ya no estaba la voz de Ricardo Montaner o Frank Quintero, ni la obligación de hacer silencio absoluto. En ese instante me encontré con la telenovela Amar a muerte, un deleite indescifrable proveniente de otro tiempo que ahora sí podía compartir con mi madre.
Son generaciones enteras de abuelos, de padres, e hijos. Hombres y mujeres que han crecido mirando sus historias, escuchando sus entrevistas, enamorándose con sus poemas. Seres que se aferran a sus frases, mujeres a las que no les importa perder el metro para ir a saludarlo, y hombres que quizá no se atreven a admitir su admiración.
Un artífice de la palabra al que no se le escapa el poder que esta tiene, el embrujo que provoca la creatividad, la sutileza y la seducción acompañada por la belleza. Un escritor que otorga armonía y resalta lo tan extrañado en estos tiempos: el «noble cortejo de la palabra».
Su palabra conmueve por la llaneza de su expresión y sus lectores lo aclaman igual que al mexicano Jaime Sabines, autor que mientras leía su poesía podía escuchar el murmullo de los lectores repitiéndola de memoria.
Es carismático y trae consigo un mensaje de cordialidad, ingenio y éxito. Lectores y televidentes de sus novelas y series le siguen, equiparándolo al recuerdo feliz de aquello que perdieron, el mal de muchos unidos por el dolor, conectados por una época feliz y desdichada: la Venezuela perdida.
«Para mí es precioso lo que significa, la herida es colectiva, todos somos parte de ella y todos nos abrazamos en ella», suele afirmar.
Padrón es la calidez, la sencillez y la cercanía, la personificación de la nostalgia metida en todas las aristas y bordes del venezolano.
Con una memoria prodigiosa atesora cada una de las expresiones de cariño, acaso como ese trozo de Fantasía que sujeta la emperatriz en La historia interminable de Michael Ende, para recordarnos que no se desvanecerá, que mientras más la imaginemos, más esplendorosa será nuestra casa grande.
«Los optimistas (dicen que es una raza en extinción en el territorio nacional) saben que toda crisis genera una mina de posibilidades. Repito a Francois Guizot en su afirmación de que los optimistas son quienes transforman al mundo. La lección ante nuestros errores acumulados ha sido amarga. Pero es hora de responder. De apostar duro. De vivir cada día como construcción. De devolverle a esta tierra de gracia todo lo que nos ha dado, empezando por el derecho a existir y crecer en su aire, en su luz, en su maravilla, maravilla que vamos a devolverle con nuestras ganas de seguir perteneciendo a un gentilicio, de seguir viviendo en la casa grande de nuestra existencia.»
La casa grande, la casa que escribe Leonardo Padrón.
Arte y Cultura
Divina Pastora, la andaluza que conquistó a los venezolanos
Por Alberto Veloz
A mediados del siglo XVIII, por inspiración divina del sacerdote capuchino Fray Isidoro de Sevilla, comenzó a fraguarse a advocación mariana “Divina Pastora de las Almas”. El lema escogido para el recorrido del año 2022 es “Divina Pastora, Reina y Madre de la Familia, ruega por nosotros”
En el corazón de Andalucía y auspiciado por la Orden de los Capuchinos, nació el culto a la Virgen María como Divina Pastora de las Almas, hasta que después de muchos años y por solicitud especial de una encomienda, su imagen, una talla de madera policromada de la Escuela de Sevilla, llegó a la capilla de la parroquia de Santa Rosa, en Barquisimeto, a mediados del siglo XVIII.
Su veneración se ha mantenido desde hace más de dos siglos, en lo que constituye una de las manifestaciones más grandes de fervor cristiano en el mundo entero.
Cada 14 de enero se movilizan más de 4 millones y medio de personas en procesión desde la iglesia de Santa Rosa en un recorrido de 7 kilómetros y medio hasta la Catedral Metropolitana de Barquisimeto, capital del estado Lara.
Es una de las procesiones marianas más grandes del mundo en cuanto a asistentes, junto a las de la Virgen de Guadalupe en México y de Fátima en Portugal.
La seguridad durante las procesiones está garantizada con la presencia de los Celadores de la Divina Pastora, grupo integrado por caballeros de la parroquia quienes están atentos ante cualquier eventualidad, con el apoyo de los cuerpos de seguridad del Estado.
¿Por qué Divina Pastora?
Desde que Jesucristo, el hijo de Dios, se encarnó en el vientre de la santísima Virgen María y se hizo hombre, se presentó a sí mismo como el cordero de Dios y el Buen Pastor.
San Juan lo señala en su Evangelio en el capítulo “El Buen Pastor”: “En verdad, en verdad os digo: El que no entra por la puerta en el aprisco (redil) de las ovejas, sino que sube por otra parte, ese es un ladrón y un salteador; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas…, yo soy el buen pastor, que da la vida por sus ovejas, las conozco y ellas me conocen a mí”. (Juan 10, 1-18).
Si Jesucristo es el Buen Pastor, María su madre, unida al plan de salvación de Dios para todos los hombres que escuchan su voz, es la buena Pastora de las Almas.
Con esta idea basada en el Evangelio de San Juan, esta advocación mariana es una de las más hermosas y recibe cada año el fervor y veneración del pueblo venezolano.
El destino y su jugada
Corría el siglo XVIII y el sacerdote de la iglesia de la Inmaculada Concepción de Barquisimeto, presbítero Felipe de Prado para aquel entonces, encargó a España una imagen de la Divina Pastora para el culto de sus altares. Al mismo tiempo, el sacerdote párroco de Santa Rosa, pueblo vecino a la capital larense, el padre Sebastián Bernal, solicitó una imagen de la Inmaculada Concepción para su parroquia.
Sucedió que por equivocación las cajas fueron cambiadas de destino y la de la Divina Pastora llegó a Santa Rosa y la de la Inmaculada Concepción a Barquisimeto. El párroco de Santa Rosa, al darse cuenta del error, cerró el cajón y procedió enviarlo a Barquisimeto.
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Entonces, la Divina Pastora expresó su deseo de quedarse en Santa Rosa y lo hizo de forma sencilla y explícita, cuando la persona encomendada para que levantase el cajón, un indígena con fama de forzudo, no pudo moverlo del suelo ni pidiendo ayuda. La caja se tornó extrañamente muy pesada.
Se sucedieron varias consultas entre los sacerdotes, Felipe de Prado y Sebastián Bernal. Debían tomar una decisión y entendieron la circunstancia que la Divina Pastora quería permanecer en la iglesia de Santa Rosa, que ha sido su lugar natural de exposición y veneración para los fieles desde hace más de dos siglos.
A partir de ese momento el padre Sebastián Bernal le dedicó los 57 años restantes de su ministerio sacerdotal al culto de veneración a la Divina Pastora, no solo en Santa Rosa y Barquisimeto, sino también en los pueblos aledaños. Bernal falleció el 28 de agosto de 1794. Esta devoción se mantuvo viva y se celebrada con mucha solemnidad todos los 8 de septiembre.
Pueblo de dilatada tradición católica
Es importante acotar que Santa Rosa fue el primer poblado de América que perpetuó el nombre de la santa peruana Rosa de Lima. Es un pueblo de dilatada tradición católica.
Alfredo Armas Alfonzo, en su obra “La tierra de Venezuela y los cielos de sus santos” comenta acerca de la fundación de Santa Rosa de Lima y el comienzo del culto a la Divina Pastora:
“El capuchino Agustín de Villabánez lo funda en 1673 con la incorporación de ciento treinta y ocho familias de indios gayones. El origen del culto de la Divina Pastora, tan de la afección de la Orden Capuchina, adviene a consecuencia de la labor del acristianamiento que cumplieron en la región a fines del siglo XVIII dos miembros de la Orden, Fray Cristóbal de Alcalá y Fray Gabriel de Hionera”.
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El terremoto dejó intacta a la Virgen
El terrible terremoto que azotó a muchas poblaciones del país el 26 de marzo de 1812 destruyó en casi su totalidad la iglesia de Santa Rosa. Solo quedaron en pie las paredes laterales, pero milagrosamente la imagen de la Divina Pastora se encontró entre los escombros en perfecto estado, intacta, sin ningún rasgo de rotura ni desperfecto. Es decir, un milagro en medio de uno de los sismos más devastadores que se han producido en el país.
La imagen de la Divina Pastora se siguió venerando entre las ruinas bajo una parte del techo que se mantenía en pie, hasta el año 1850 cuando el padre José María Macario Yépez la mudó a una capilla provisional erigida a un costado de las ruinas.
Posteriormente, el 30 de agosto de 1864 volvió a la iglesia de Santa Rosa, reconstruida en su totalidad. Muchos años después es consagrada como Basílica Menor y el 14 de enero de 2018 fue elevada a la categoría de Santuario de la Divina Pastora.
El cólera y la necesidad de un milagro
La peste de cólera que azotó el país en el año de 1855, causó innumerables muertes en muy poco tiempo.
La población estaba sumamente temerosa de contraer la terrible epidemia por lo altamente contagiosa, la rapidez con que actuaba sobre los enfermos y abatida del dolor causado por la cantidad de víctimas que diariamente cobraba cientos de vidas.
Ante esta desesperada situación, el presbítero José María Macario Yépez, párroco de la iglesia de la Inmaculada Concepción de Barquisimeto sintió la inspiración de Dios para reconfortar a tantas almas y fortalecer la fe en su feligresía.
El sacerdote Macario Yépez propuso erigir un monumento a la Cruz Salvadora, en el sitio histórico llamado Tierritas Blancas, donde las tropas patriotas, comandadas por El Libertador, sufrieron un serio revés durante la guerra independentista.
El sitio fue escogido como simbólico porque estaba regado con sangre de los patriotas, mártires caídos en el lugar. La Cruz Salvadora traería el favor divino y libraría al pueblo de la terrible peste que lo azotaba. El monumento a la Cruz se finalizó de construir a finales de 1855 bajo la conducción del presbítero José María Raldíriz y José Manuel Oberto.
La procesión milagrosa
Con el fin de dar mayor notoriedad al acto de bendición de la Cruz y atraer a la feligresía para acercarse a Dios ante la terrible epidemia de cólera que diezmaba a la población, el padre José Macario Yépez organizó una procesión para inaugurar el monumento el 14 de enero de 1856. La imagen de la Divina Pastora fue llevada desde su templo en Santa Rosa hasta Barquisimeto, con la aprobación del Vicario Foráneo de Barquisimeto, presbítero José María Raldíriz.
La Divina Pastora hizo el recorrido en hombros por los pobladores de Santa Rosa y al pie de la Cruz se encontraría con la imagen de Jesús Nazareno, procedente de la Iglesia de la Inmaculada Concepción, donde la multitud de fieles imploraba a Dios para que alejara la peste.
A las 4:00 de la tarde del 14 de enero de 1856 se realizó el encuentro de la imagen de la Divina Pastora con Jesús Nazareno. Durante el acto de la bendición de la Cruz Salvadora se interpretó el Popule meus, de José Ángel Lamas. Un coro de voces femeninas dio un aire de solemnidad al acto litúrgico.
Escuchemos el Popule meus (Improperia) de José Ángel Lamas interpretado por la Orquesta Filarmónica Nacional y el Coro Polifónico Rafael Suárez.
Cuando la lenta y parsimoniosa procesión entró a la ciudad y pasó frente de la casa de ño Pedro Valdés, su esposa Ceferina Cristina, moribunda por el cólera, se incorporó de su cama y caminó hasta la puerta para agradecer al paso de la Divina Pastora. El milagro de su mejoría de inmediato se regó por toda la población y fue un bálsamo para reconfortar al pueblo en su fe cristiana.
Ofrecer la vida por el pueblo
La mejor descripción del acontecimiento en la iglesia de la Inmaculada Concepción de Barquisimeto la relata Alfredo Armas Alfonzo en su obra ya citada:
“La solemne procesión alcanza al fin la puerta de la Concepción. El padre Macario Yépez, puesto de rodillas, los brazos en cruz, le habla a la visitante: ‘¡Virgen Santísima, Divina Pastora! En aras de la Justicia Divina, por el bien y salvación de este pueblo, te ofrezco mi vida. Madre mía, Divina Pastora, por los dolores que experimentó tu purísimo corazón cuando recibiste en los brazos a tu Santísimo Hijo, que salves a este pueblo. ¡Que sea yo la última víctima del cólera!’”
Tan solo transcurrieron cuatro meses y medio cuando el padre Macario Yépez se enfermó con la peste. Sanó de este mal, pero inmediatamente después se enfermó con fiebre tifoidea y a los pocos días las campanas de la iglesia de la Inmaculada Concepción anunciaron su deceso en la mañana del 16 de junio de 1856.
Procesión todos los años
A partir de ese acontecimiento histórico religioso, el Vicario Foráneo de Barquisimeto, presbítero José María Raldíriz determinó que la imagen de la Divina Pastora visitara en solemne y multitudinaria procesión la ciudad de Barquisimeto todos los años, cada 14 de enero, como un testimonio perenne de gratitud a la Madre de Dios, pues según la tradición y creencia general, confirmada por muchos sobrevivientes del cólera, con la llegada de la imagen de la Divina Pastora ese 14 de enero de 1856, comenzó a cesar aquella terrible epidemia.
La motivación del padre Macario Yépez de salir en procesión con la imagen venerada de la Divina Pastora, desde el Santuario de Santa Rosa hasta la Catedral de Barquisimeto, fue el inicio de una tradición de alto fervor religioso de todo un pueblo que implora por la solución de sus problemas y necesidades básicas.
Otra de las manifestaciones del fervor hacia la imagen de la Divina Pastora está representada en su vestuario. Los devotos, cada año, quieren que la Virgen estrene.
Esta tradición ha ido creciendo con los años y cada vez son más los feligreses que viajan hasta el estado Lara para participar en una de las manifestaciones religiosas más grandes del mundo, con humildad y mucho fervor, para tributar su devoción a la Virgen María bajo la advocación de la Divina Pastora.
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La Divina Pastora en el arte
Juan Lovera, el más importante artista del período colonial, no se interesó en el tema religioso. La única obra que se conoce del citado pintor donde aborda lo místico es un cuadro de la Divina Pastora, que forma parte de la colección de la Galería de Arte Nacional de Caracas.
Es el único testimonio religioso en la producción pictórica de este artista de la Colonia, célebre por sus obras de temática histórica y por sus retratos de los principales personajes vinculados a la Independencia y a los primeros años de la República.
En la pintura popular venezolana se encuentran numerosas versiones de la Divina Pastora realizadas a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX.
La figura de la Divina Pastora también aparece en una estampilla venezolana con motivo del Bimilenario de la Natividad de Nuestra Señora en 1985, en una colección de 10 sellos con un valor de Bs. 1, emitida por el Instituto Postal Telegráfico (Ipostel) e impresa por Gráficas Armitano C.A.
La legendaria tradición alfarera del estado Lara es pródiga en la producción de artesanía con la figura e imágenes en muy variadas versiones de la Divina Pastora, ofrecidas en venta por artesanos locales. Son piezas realizadas en barro cocido y luego policromadas manualmente. Forman parte del arte popular y son muy apreciadas por los coleccionistas.
Caminata presidencial
Un dato muy singular es que el presidente de la República, doctor Luis Herrera Campíns, durante los cinco años de su mandato asistió a las multitudinarias procesiones de la Divina Pastora cada 14 de enero.
El jefe de Estado esperaba la procesión en la calle 22 cruce con la avenida Venezuela de Barquisimeto, uno de los lugares de cambio de cargadores, y de la manera más discreta posible, se incorporaba para seguir a pie acompañando, como un feligrés más, a la imagen de la Divina Pastora hasta la Catedral Metropolitana.
Esto era ejemplo de democracia y fervor religioso desde las alturas del poder pero con la humildad y sencillez que debe prevalecer en todo hombre de bien.
“Porque el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado” (Lucas 14, 11)
El Estímulo
Arte y Cultura
Latino 1, latino 2, i latina, Iglesia latina, i griega, ye, sexi / El lenguaje en el tiempo
El experto Fernando Ávila explica lo que significa español latino y el por qué se escribe sexi.
Pregunta del lector Rigoberto Ramírez Usma: ¿Por qué el comentarista de cine de Caracol Radio dice que la película está doblada al español latino? ¿Hay algún español que no sea latino?
Respuesta: Hasta hace unos años se usaba el adjetivo “latino” para referirse a los idiomas derivados del latín, la lengua del Lacio, cuya capital es Roma. Esos idiomas son el español (castellano), el gallego, el catalán, el valenciano, el francés, el portugués, el italiano, el rumano y otros de menor importancia. Es lo que dice el Diccionario de la lengua española, DLE, bajo el lema azul “latino 1”.
Latino 2
En años recientes se agregó al DLE, de la RAE, el lema “latino 2”, con el significado de ‘latinoamericano’. Entonces, el español latino es una forma de nuestro idioma algo distinto al que se oye en la península ibérica. Por dar algún ejemplo de esas diferencias, podríamos recordar que en España no se pronuncian las sílabas tla, tle, tli, tlo, tlu, mientras que en Latinoamérica sí, lo que hace que allá se diga at-le-ta, y aquí, a-tle-ta; la jota es allá más gutural, y aquí, más suave, al pronunciar jamón, jarabe, jolín; allá se dice “ordenador”, y aquí, “computador”; allá se permite “subir para arriba”, mientras que aquí se condena como redundancia; allá se dice “una de cada”, y aquí redundamos “una de cada una”…, y ustedes ya saben lo de la c y la z, que pronuncian allá con mordida de lengua, mientras que aquí seseamos, dejando la lengua atrás.
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Romano
También se usan el adjetivo “latino” y su sinónimo “romano” para referirse a los números ordinales, como rey Felipe VI (sexto), papa Benedicto XVI (dieciséis), XXXII (trigésimo segundo) Congreso Ganadero, y diferenciarlos de los arábigos, 6 (seis), 16 (dieciséis), 32 (treinta y dos). Se usa también para referirse a la Iglesia latina, la católica de occidente, cuyos ritos son distintos de los de la Iglesia de oriente. De igual manera, para identificar la vocal i, llamada i latina, y diferenciarla de la y, llamada i griega en su función de vocal, y ye, en su función de consonante.
I latina
La i latina va en cualquier posición. Puede ser al comienzo de la palabra, iguana, imán, idilio; en la mitad, coito, cuida, tapias, o al final bonsái, Pili, sexi. Puede llevar tilde, nací, Itagüí, Monguí, o no llevarla, inca, oficio, mira. Puede repetirse en una misma palabra, tití, dividivi, Titiribí. Mientras que la i griega como vocal solo se usa cuando actúa como conjunción, Marta y María, vivo y directo, maja y simpática, y cuando la palabra termina en diptongo decreciente. Esto último pasa en palabras terminadas en ay, como caray, Bombay, ¡ay!; en ey, como virrey, mamey, caney; en oy, como soy, doy, Sibundoy, y en uy, como Cocuy, cuy, ¡uy! En otras posiciones es consonante ye, con sonido articulado, como el de la ll, y no vocal, como el de la i, yace, Yemen, rayito, cuyo, cónyuge. Nunca lleva tilde.
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Sexi
Dadas esas circunstancias léxicas, hay adaptaciones españolas terminadas en i latina de palabras inglesas terminadas en i griega, como sexi (en inglés sexy), ferri (ferry), curri (curry), derbi (derby), dandi (dandy), Dani (Danny), Mari (Mary).
Fernando Ávila, experto en lingüística
El Tiempo
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Lo más sobresaliente del cine mexicano en Casa de México en España
Del 16 de Enero al 01 de Febrero de 2025
Lo más sobresaliente del cine mexicano reciente se muestra en este ciclo dedicado a películas galardonadas con en la entrega 66 del Premio Ariel en 2024, el máximo reconocimiento de la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas (AMACC). A través de estas obras se presentan historias únicas, propuestas narrativas audaces y un trabajo técnico impecable, que están dejando una huella significativa en la industria cinematográfica tanto a nivel nacional como internacional.
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Una oportunidad para disfrutar del talento que ha definido al séptimo arte mexicano de los últimos años.
Programa:
Todo el silencio | Dir. Diego del Rio
16 de enero | 19:00 h
Kokoloko | Dir. Gerardo Naranjo
17 de enero | 19:00 h
La sociedad de la nieve | Dir. J.A. Bayona
18 de enero | 19:00
Programa de cortometrajes ganadores
30 de enero | 19:00 h
Desaparecer por completo | Dir. Luis Javier M. Henaine
31 de enero | 19:00 h
Temporada de huracanes | Dir. Elisa Miller
1º de febrero | 19:00 h
Fundación Casa de México en España
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