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El Reconocimiento Cultural de la Yuca Inspira la Unidad Global de América Latina

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El pan de yuca, ha sido oficialmente reconocido por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad/ freepik.es

El reconocimiento por parte de las Naciones Unidas del pan de yuca de cinco países latinoamericanos, ha encendido un renovado sentido de orgullo y unidad, con más países ansiosos por honrar las tradiciones indígenas que han sostenido estas culturas durante siglos.

Un reconocimiento global para una tradición regional

El pan de yuca, conocido por sus profundas raíces en las tradiciones culturales del Caribe y América Latina, ha sido oficialmente reconocido por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Este reconocimiento, anunciado el 6 de diciembre de 2024, destaca la importancia de la yuca como una parte vital del patrimonio cultural y culinario de la región. Lo que comenzó como un movimiento de base para celebrar la preparación única de este alimento, transmitido por los pueblos indígenas precolombinos, se ha convertido ahora en un símbolo de orgullo cultural y unidad para cinco países: Haití, República Dominicana, Cuba, Honduras y Venezuela.

El reconocimiento ha generado un gran interés en toda América Latina, con otros países ansiosos por unirse y ver sus versiones locales de la yuca celebradas en el escenario global. Brasil, Paraguay, Guatemala y otros están en proceso de compilar sus propias nominaciones, deseosos de honrar las tradiciones centenarias que vinculan la yuca a la historia de sus comunidades indígenas.

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Para Geo Ripley, artista, investigador y defensor del reconocimiento de la yuca, la noticia fue una victoria largamente esperada. “Desde el anuncio, mi teléfono no ha dejado de sonar”, dice. Ripley, nacido en Caracas y criado en la República Dominicana, ha sido una de las voces principales que impulsa el reconocimiento global de la yuca. Su emoción es palpable mientras reflexiona sobre el impacto de este logro, no solo para los países involucrados, sino para toda la región.

Las raíces de la yuca: un patrimonio compartido entre naciones

La importancia de la yuca va más allá de su valor culinario. El pan de yuca, hecho con la raíz amarga de la yuca, conocido como casabe, tiene una profunda conexión histórica y cultural con los pueblos indígenas de América Latina. Este humilde alimento, preparado a menudo sobre un fuego abierto, lleva el legado de los taínos, los primeros habitantes del Caribe, y de sus ancestros que vivieron en las cuencas del Amazonas y el Orinoco. Desde Venezuela hasta las Antillas Menores, la yuca ha sido integral en la vida diaria y las tradiciones de millones de personas en América Latina.

“La yuca es una raíz cultural que nos conecta a todos”, explica Ripley. “No es solo un alimento; es una historia que une a toda la región. Desde la cuenca del Amazonas hasta las Grandes Antillas, es un hilo común que atraviesa nuestro patrimonio compartido.”

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El reconocimiento de la yuca por parte de la UNESCO es una celebración de esta historia compartida. El proceso de su inclusión en la lista del Patrimonio Cultural Inmaterial no fue fácil. Requirió meses de colaboración entre los cinco países nominados, con Haití brindando apoyo técnico para compilar la documentación necesaria y la República Dominicana liderando los esfuerzos políticos y logísticos. El resultado es un reconocimiento colectivo de la importancia perdurable de la yuca para la identidad cultural de la región.

Como explica Ripley, la inclusión del pan de yuca en la lista de la UNESCO no se trata solo de un alimento, sino de preservar y honrar las tradiciones de los pueblos indígenas que han mantenido vivas estas costumbres durante más de mil años. “El reconocimiento es un homenaje a los taínos y otros grupos amerindios, y a la conexión espiritual que aún mantenemos con ellos hoy en día”, afirma.

Un símbolo de resistencia y resiliencia

El pan de yuca lleva consigo el peso de la historia. En la República Dominicana, Haití y otros países del Caribe, la yuca ha sido un símbolo de supervivencia y resiliencia. Durante la época colonial, la yuca a menudo se veía como alimento para los pobres, un alimento básico para los esclavos y los pueblos indígenas que eran marginados por los sistemas coloniales. Sin embargo, a lo largo de los siglos, la yuca ha evolucionado de ser un símbolo de pobreza a convertirse en uno de orgullo cultural.

Ripley cree que esta transformación es central en el movimiento por el reconocimiento de la yuca. “Durante mucho tiempo, la yuca se vio como ‘el alimento de los pobres’”, dice. “Pero ahora la estamos reclamando como un símbolo de nuestro patrimonio, de la fuerza de nuestros ancestros indígenas y de la resiliencia de nuestras comunidades.”

El proceso de elevar la yuca al nivel de reconocimiento de la UNESCO también se ha convertido en una forma de reconocer el patrimonio afroindígena que dio forma a la cultura del Caribe y América Latina. La preparación de la yuca, que involucra un largo y complejo proceso de rallar, exprimir y aplanar la raíz, es una actividad comunitaria, a menudo realizada sobre un fuego abierto. Este proceso, sin cambios durante siglos, representa el trabajo y las tradiciones de los pueblos indígenas y sus descendientes africanos que mantuvieron estas prácticas vivas a pesar de siglos de colonización y opresión.

“La yuca no es solo un alimento; es un acto espiritual y cultural”, dice Ripley. “Representa una conexión con nuestros antepasados, con los pueblos indígenas que la cultivaron por primera vez y con los esclavos africanos que trajeron estas tradiciones con ellos.”

Expandiendo el legado de la yuca

La inclusión de la yuca en la lista de la UNESCO es solo el comienzo. Con el reconocimiento, otros países están ansiosos por compartir sus propias tradiciones de la yuca, con la esperanza de expandir el legado de este alimento cultural. Países como Brasil, Guatemala y Paraguay están ahora preparando sus nominaciones, uniéndose al creciente movimiento para preservar y celebrar la rica historia de la yuca en América Latina.

“La yuca es originaria de las cuencas del Amazonas y el Orinoco”, explica Ripley. “Países como Venezuela, Colombia, Perú, Ecuador, Bolivia, Brasil y Paraguay comparten este patrimonio cultural. A medida que uno se dirige hacia el sur, allí está, hasta el Caribe, y es parte de nuestra historia compartida.”

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Ripley visualiza una “Gran Ruta de la Yuca”, un recorrido cultural e histórico que trace el camino de la yuca desde sus orígenes en la región amazónica hasta las islas del Caribe y más allá. Esta ruta no solo celebraría los aspectos culinarios de la yuca, sino que también destacaría la migración y el intercambio cultural que tuvieron lugar durante siglos. “Queremos crear una ruta cultural que cuente la historia de este tubérculo, desde sus raíces en el Amazonas hasta su difusión a través del Caribe y América Latina”, dice Ripley.

Como parte de esta visión, Ripley espera expandir el reconocimiento de la yuca más allá de los cinco países actualmente incluidos en la lista de Patrimonio Cultural Inmaterial de la UNESCO. “Son tantos los países que tienen sus propias versiones de la yuca, y todos contribuyen a este legado compartido”, dice Ripley. “El siguiente paso es asegurarnos de que todos los países con una rica tradición de yuca sean reconocidos y celebrados por su contribución a esta historia global.”

Una celebración cultural para las futuras generaciones

El reconocimiento de la yuca como patrimonio cultural no solo se trata de preservar el pasado, sino también de crear un futuro donde los jóvenes puedan reconectarse con sus raíces culturales. En países como la República Dominicana, la yuca sigue siendo un alimento común, pero también está convirtiéndose en un símbolo de orgullo nacional. Como señala Ripley, la yuca ahora se ve como un alimento de lujo en muchos lugares, con productores artesanales creando versiones de alta gama del pan de yuca que se venden en supermercados y restaurantes.

“Este es un producto que ya no es solo para las masas”, dice Ripley. “Se ha convertido en un símbolo de nuestra cultura y nuestra identidad. Es algo de lo que podemos sentirnos orgullosos.”

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Ripley espera que el reconocimiento de la UNESCO inspire a los jóvenes a aprender más sobre su patrimonio cultural y a sentirse orgullosos de las tradiciones de sus antepasados. Visualiza un futuro donde la historia de la yuca se enseñe en las escuelas y donde las futuras generaciones sigan preparando y preservando las tradiciones asociadas con ella.

“La yuca es un símbolo vivo de nuestra conexión con el pasado”, dice Ripley. “Al reconocerla, estamos asegurando que las futuras generaciones comprendan la importancia de este patrimonio cultural y lo lleven adelante.”

Celebrando un legado cultural compartido

El reconocimiento de la yuca como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO es un logro trascendental para los cinco países involucrados, pero también marca el inicio de un movimiento más grande para celebrar y preservar el patrimonio cultural compartido de América Latina y el Caribe. A medida que más países busquen unirse, la historia de la yuca continuará desarrollándose, conectando a personas a través de fronteras y generaciones.

Para Geo Ripley, este es solo el comienzo de un viaje más grande para asegurar que el legado de la yuca perdure para las futuras generaciones. “Este reconocimiento no se trata solo de la yuca; se trata de honrar a las personas que han mantenido vivas estas tradiciones”, dice. “Se trata de celebrar nuestra historia compartida y asegurarnos de que se pase a la siguiente generación con orgullo.”

A medida que la tradición de la yuca se extiende por toda América Latina, desde la cuenca del Amazonas hasta el Caribe, sirve como un recordatorio de la resiliencia y la fortaleza de los pueblos indígenas y afrodescendientes de la región. Es una historia de supervivencia, de orgullo cultural y de unidad, una historia que recién está comenzando a ser contada.

Latinamericanpost

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David Bisbal actuará en directo en la Puerta del Sol

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IG David Bisbal

Desde el balcón de la Real Casa de Correos en la Puerta del Sol, el jueves 19 de diciembre a las 19:00 horas

La Navidad en Sol de la Comunidad de Madrid contará con la participación especial de David Bisbal, que hace unos días presentó su nuevo disco «A ritmo de la Navidad».

Este jueves actuará desde el icónico balcón de la sede de gobierno regional de Madrid, interpretando uno de los temas incluidos en su último trabajo navideño: Todo es posible en Navidad, que forma parte del espectáculo de luz que se proyecta sobre la fachada de la sede de la Presidenta del Gobierno regional cada día (tres pases cada hora entre las 18:00 y las 00:00 horas).

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Una oportunidad única para dar la bienvenida a la Navidad de la mano de una de las voces más importantes de este país. ¿Te lo vas a perder?

El Diario de Madrid

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Arte y Cultura

Conversatorio | Las mujeres impresoras en la Nueva España

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Martes 18 de diciembre en Fundación Casa de México / Casa de México de Madrid


Fundación Casa de México en España te invita al conversatorio “Las mujeres impresoras en la Nueva España”, con motivo del 485 aniversario de la llegada de la primera imprenta a América.

Este conversatorio girará en torno al papel que jugaron las mujeres impresoras en la Nueva España, algunas de ellas fundadoras de dinastías que continuaron el legado familiar durante casi doscientos años. De la misma manera, se revisará la importancia de la imprenta para la conversión y adoctrinamiento de los naturales, así como en la instrucción de varones y de niñas a través de silabarios.

Revisaremos el papel de la primera impresora, Gerónima Gutiérrez (siglo XVI), y de quienes continuaron con las labores de impresión y compra venta de libros a partir del siglo XVII: Paula de Benavides, María de Sansoric, Inés Vázquez, entre muchas más.

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Todo lo anterior, como marco de la novela histórica La cofradía de las viudas, publicada por Planeta México en 2022, novela ganadora de Mención Honorífica por el ILBA (International Latino Book Awards) y actualmente en segunda reimpresión

Con la participación de Laura García, Mónica Hernández Mosiño y Verónica Llaca.

Mónica Hernández Mosiño (Ciudad de México)

Columnista y narradora. Licenciada en Administración por el ITAM y Maestra en Comercio Internacional por la ESADE (Barcelona, España). Después de desempeñarse en el mundo profesional en las áreas de Marketing y Relaciones Públicas en corporativos internacionales en España y México, se embarcó en la aventura de escribir de manera profesional. Es autora de Las perlas malditas del almirante, publicada bajo el sello MR de Editorial Planeta, su primera novela de corte histórico, seguida de La cofradía de las viudas, con los mismos sello y editorial, galardonada con una Mención Honorífica de los ILBA (International Latino Book Awards) 2023. En la actualidad se encuentra promocionando su tercera novela, La asesina de Juárez, también bajo el sello MR de Planeta, una novela acerca de dos leyendas mexicanas de las que abundan en el país. Curiosa y obstinada para entender y descubrir su entorno, se remite a la historia para buscar referencias que expliquen lo que ocurre en la actualidad a su alrededor.

Verónica Llaca (México)

Periodista y columnista durante más de 10 años. Premiada con la beca 2003 por la Fundación de Nuevo Periodismo Iberoamericano Gabriel García Márquez en Cartagena, Colombia. Dirige talleres literarios y colabora en radio. Su obra como dramaturga ha sido llevada al teatro. Autora de las novelas Cuerpos en renta (2010), La simetría de los árboles (2016) y La herencia (2021), que ha sido traducida al inglés, al portugués y al ruso. Ganadora del Premio Nacional de Novela Negra Una Vuelta de Tuerca (México). Vive a caballo entre Querétaro y Madrid con su esposo y sus cuatro hijos.

Laura García Arroyo

Nació en Madrid pero vive en México desde hace más de una década. Lexicógrafa por la Universidad Pontificia de Comillas y becaria por Erasmus que hizo diccionarios durante mucho tiempo y posteriormente dio el salto a la radio y la televisión, donde ha participado en varios programas, entre ellos, La dichosa palabra. Conferencista, redactora en revistas, promotora de la lectura y de la cultura, tuitera y aficionada al Real Madrid. Inició en 2015 su carrera como autora de libros, el primero Funderelele y más hallazgos de la lengua.

Horario:
19:00-20:30

Precio:
Gratis previo registro.

Localización:
Casa de México en España
Calle de Alberto Aguilera, 20, 28015 Madrid
Salón de Usos Múltiples

Dirigido a:
Público interesado en la literatura mexicana.

Entradas aquí

Casa de México

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Arte y Cultura

Niños de Las Brisas

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Niños de Las Brisas
Cartel de la película Niños de Las Brisas

Por Juan Carlos Chirinos

Los niños de la película formaron parte del alabado Sistema, de José Antonio Abreu, hermosa idea que nació en democracia, en los años 70

Hace dos días que fuimos a ver Niños de Las Brisas, de Marianela Maldonado, y aún sigo llorando, sigo riendo, me sigo indignado y me sigo asombrando. Me sigo conmoviendo.

Como devoto del arte, quiero destacar que sobre todo es un documental concebido desde un discurso claro y distinto: con un guion espléndidamente sólido, no solo muestra y sigue las vidas de esos tres hermosos ángeles músicos, Dissandra, Edixon y Wuilly, llenos de energía y pasión, de sueños, de ingenuidad, pero de la ingenuidad que da vivir en los límites desgraciados de la escasez sin merecerlo. Estos tres músicos están rodeados a su vez de seres protectores, que derraman su amor sin condiciones: y son, sobre todo, mujeres. Es cierto que Venezuela es un país forjado por inmigrantes, pero también, y en primer lugar, por sus mujeres, famosas (con justicia) por su belleza, pero no menos valiosas por su bizarría: creo firmemente que, como hijo de una venezolana, no hay obstáculo por enorme y complejo que sea que una mujer de ese país no esté dispuesta a conjurar. Lo apuesta todo y suele salir victoriosa si lo hace por su familia. La madre de Dissandra, los padres de Wuilly, las dos madres de Edixon: venezolanos que lo darían todo con tal de que sus hijos salgan hacia delante en busca de sus sueños. A veces fantaseo con la posibilidad de que Winston Churchill fuera en realidad hijo de una venezolana, porque pensaba como ellas: «we shall never surrender», nunca nos rendiremos, decía el pícaro descendiente de Mambrú; igual que las venezolanas, que nunca se rinden, por más palos que lleven.

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No quiero desmerecer al padre de Wuilly, que se muestra tolerante y en el fondo comprensivo (lleno de amor, en realidad); pero es que en este documental queda muy clara la función de las mujeres en la sociedad venezolana: es un país de matriarcados, nos guste o no —a mí me encanta, pero también me inquieta que haya tanto padre irresponsable—. Todo un tratado para un sociólogo o un antropólogo; yo apenas puedo seguir con asombro la cámara de Marianela que observa, no sin ironía, los detalles más íntimos de estos muchachos; sus alegrías y sus pérdidas, sus desengaños, sus triunfos. Y a través de ellos, el espectador se va dando cuenta de que el famoso eslogan, «tocar y luchar», solo era eso y que en el fondo se trataba de un «sálvese quien pueda» de libro.

Estos niños de la película formaron parte del alabado Sistema, de José Antonio Abreu, hermosa idea que nació en democracia, en los años 70, y que Hugo Chávez convirtió, con la obsecuencia de su creador, en una miserable arma de propaganda, cuya punta de lanza es ese cortesano oportunista y melenudo de apellido Dudamel. Él y su patrón, por fortuna, aparecen muy poco en el filme, aunque no podían no aparecer: ante esa legión de ángeles dispuestos a darlo todo por la música y la familia, el documental contrapone casi sin que uno se dé cuenta, el mal que estos dos representan. Son inquietantes los dos o tres planos de Abreu observando, mientras juega con sus dedos, como un Nosferatu en re menor, a los niños venezolanos que utiliza en Europa para la mayor gloria de sus ambiciones, cualesquiera que estas fueran. Es una escena muy inquietante. Me alegré de que la directora nos ahorrara metraje con repugnantes declaraciones de estos dos personajes, más allá de unas palabras de Abreu, para contextualizar. Y no se me pasa la ironía que significa haber visto esta película, la historia del fracaso de tres niños venezolanos que merecían mejores oportunidades, el mismo día en que el niño mimado del Sistema batía su peluca natural, ya cortesano, ya exótico nativo del mundo biempensante occidental, bajo el renovado techo de la catedral de Notre Dame, en París. Y sálvese quien pueda. O el que tenga más melena —y menos escrúpulos—.

En algún lugar leí, no recuerdo dónde, que el documental de Maldonado hace recaer en el barbarócrata de Barinas toda la responsabilidad de la tenebrosa deriva del Sistema como arma de propaganda chavista, y que se olvida de dar la parte que le corresponde a José Antonio Abreu, que vendió su alma a ese diablo. Yo creo que los que piensan esto no se han dado cuenta de que un solo fotograma de Niños de Las Brisas es suficiente para que el espectador sepa en cuántos corazones la maldad tiene residencia.

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He tratado de escribir esto dejando pasar dos días, para que se asentaran las emociones y disminuyera la pasión venezolana que nos carcome, aunque no lo queramos; pero mientras voy desplegando estas palabras vuelven a mi memoria las imágenes, las situaciones, las secuencias tan bien hilvanadas y no puedo más que hacer un ruego y una advertencia. Les ruego que traten de verla de alguna manera, es indispensable que la mayor cantidad de personas lo hagan; pero les advierto que una vez que lo hagan no podrán devolver el tiempo y quedarán marcados, cambiados para siempre: Dissandra, Edixon y Wuilly, esos tres ángeles, se erigen en esta película en el «j’accuse» venezolano que a todos nos pregunta, sin resentimiento, por nuestra posición ciudadana allí donde vivimos.

Sé que esta película, que ya ha recibido numerosos reconocimientos y que es sin duda merecedora de un Goya, dará mucho de que hablar y ya forma parte, como mínimo, de los clásicos cinematográficos venezolanos.

Niña del Sistema tocando el violín / Imagen El Nacional

Dejo un discreto párrafo final para hablar de la madre silenciosa de Edixon, sorda, tímida y simpática, ingeniosa y con la fortaleza de Hércules, una mujer que ha inventado su propio lenguaje de signos, ya que nadie le ha enseñado, que intenta escuchar el sonido de la viola de su hijo, al que ha dedicado su vida, que se ilusiona cuando asoma la posibilidad de recuperar la audición y se derrumba (pero no se rinde) cuando los médicos no ven nada que hacer; y se resigna y sigue, porque la vida se vive en gerundio, y continúa aprendiendo a vivir con sus limitaciones. Esta señora, de la que no recuerdo su nombre, fue definida por Fátima de manera perfecta por la delicada manera cómo melodiaba las pocas palabras que desde su sordera ha aprendido a articular: «esta señora parece un instrumento más de la orquesta». Estoy muy de acuerdo; la madre sorda de Edixon, descendiente accidental de Beethoven, es el verdadero símbolo del filme: ella es el instrumento de la película que seguirá sonando, aunque nadie la ayude, para sostener a su familia. Ese es el valor de su silencio. Porque el silencio es el espacio más importante de toda partitura, pues su ausencia provocaría el caos universal. El personaje más hermoso de la película y una persona extraordinaria a la que uno tiene ganas siempre de abrazar.

Muchas gracias, Marianela, por esta joya que nos has regalado. Tiene el don de la oportunidad y está hecha con la consistencia misma de la vida.

El Nacional

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