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Arte y Cultura

La vida, los sueños y los proyectos de la actriz colombiana Juana Acosta

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La actriz reflexiona sobre su carrera, sus desafíos y su pasión por la actuación, mientras comparte detalles de sus nuevos proyectos.

Por André Didyme- Dôme

Con más de 40 películas y una extensa lista de series y proyectos teatrales, Juana Acosta se ha convertido en un referente del talento latino en el panorama internacional. Su pasión por la actuación, su búsqueda constante de retos y su capacidad para reinventarse han sido la clave de su éxito.

Nacida en Cali, Colombia, Juana inició su carrera actoral a temprana edad, participando en proyectos de cine, televisión y teatro en su país natal. Entre sus primeras películas destacan Kalibre 35 y Es mejor ser rico que pobre, que marcaron su ingreso al mundo del séptimo arte.

Hace más de dos décadas, Juana decidió trasladarse a España, donde no solo continuó consolidando su carrera, sino que también reinventó su identidad profesional. Este proceso la llevó a adoptar “Juana” como su nombre artístico, reflejando su evolución personal y artística. En Europa, ha participado en varias series y miniseries muy exitosas como Policías, en el corazón de la calle, Hospital central y Carlos de Olivier Assayas.

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La versatilidad de Juana se evidencia en la profundidad y variedad de sus interpretaciones, desde personajes complejos y dramáticos, hasta comedias y thrillers. Además de su impecable trayectoria como actriz, en los últimos años ha asumido un nuevo desafío: la producción cinematográfica, donde trabaja junto a su hermana Valentina.

Juana, ¡qué gusto verte de nuevo! No nos veíamos desde el estreno de Del otro lado del jardín.

JUANA ACOSTA: ¡Es verdad! Qué fuerte, me encantó esa experiencia. Hasta recuerdo la conversación que tuvimos cuando estuve en Colombia. Fue increíble, gracias por eso.

Gracias a ti. Me alegra mucho verte de nuevo. Quiero empezar con algo trivial que me da mucha curiosidad: ¿en qué momento decidiste dejar de llamarte Juanita y adoptar el nombre de Juana?

JUANA ACOSTA: ¡Ah! Esa es una buena pregunta. A ver, te cuento la anécdota. A mí me encanta el nombre Juanita, la gente en Colombia aún me llama así, pero en España es distinto. Cuando llegué aquí, hace unos 24 años, sentí la necesidad de reinventarme. Estaba estudiando teatro en la escuela de Coraza, y una profesora catalana, Catalina Lladó, me dijo después de una clase: “A ti no te pega Juanita, te pega Juana. Es más contundente.” Y así fue, desde ese día empecé a presentarme como Juana. Sin embargo, no tengo problema con que me llamen Juanita; en mi cédula sigue siendo mi nombre.

Inicio de la carrera de Juana

Iniciaste tu carrera en Colombia con películas como Golpe de estadio y Es mejor ser rico que pobre. Mencionaste que tu debut fue con Kalibre 35. ¿Qué recuerdas de esos primeros pasos?

JUANA ACOSTA: Efectivamente Kalibre 35 fue mi primera película, y aún no tenía formación teatral. Todo lo hacía desde la intuición. Recuerdo sentirme perdida a veces, pero tuve la suerte de estar rodeada de grandes actores como Juan Carlos Vargas y Robinson Díaz, quienes me ayudaron mucho. Esa experiencia me impulsó a estudiar teatro en España; quería herramientas para profundizar en mi trabajo y darle más vida a mis personajes.

A lo largo de tu carrera, ya llevas más de 40 películas. ¿Cuál dirías que ha sido tu mayor desafío profesional? ¿Y en qué papel sentiste que creciste como actriz?

JUANA ACOSTA: Si tengo que elegir, te diría dos: uno colombiano y uno español. En Colombia, Anna, de Jacques Toulemonde. Esa película marcó un antes y un después en mi carrera. Interpretar a una mujer bipolar fue un reto inmenso. Estuvo nominada al Goya como mejor película iberoamericana y obtuve el premio Macondo a la Mejor Actriz por ese papel. Fue una experiencia transformadora. En España, Perfectos desconocidos de Álex de la Iglesia también fue un gran desafío, especialmente por la escena de la borrachera, que implicó mucho riesgo actoral. Además, esa película se convirtió en una de las más taquilleras de la historia del cine español. Es la décima, creo.

Lo hermoso es que voy a repetir con los directores de ambas películas. Con Jacques Toulemonde rodaremos una nueva película que además estoy produciendo y con Álex de la Iglesia con el que volveré a trabajar muy pronto.

Como psicólogo, te digo que tu interpretación en Anna es uno de los mejores retratos de un trastorno bipolar que he visto en mi vida.

JUANA ACOSTA: ¡Gracias! Eso significa mucho para mí. Fue un trabajo muy profundo, y escuchar que es tan valorado me llena de alegría. Estoy emocionada por volver a colaborar con Jacques; trabajar con él siempre es un regalo.

Película La fianza

Película La fianaza/ Cortesía de DobleA Comunicación/ es.rollingstone.com

En La fianza repites con Julián Román, pero los papeles que interpretan son completamente distintos. ¿Cómo llegaste a este thriller claustrofóbico?

JUANA ACOSTA: Fue como una hermosa sincronía del universo. Julián es un actor al que admiro profundamente desde siempre. Somos contemporáneos, pero nunca habíamos trabajado juntos. Siempre lo tuve entre ceja y ceja, pensando: “Algún día coincidiremos.” Y, por lo que sé, él sentía lo mismo respecto a mí. La vida nos dio el regalo de protagonizar dos películas juntos, que además, por casualidad, se han estrenado con solo un mes de diferencia. Eso no suele pasar, pero es algo muy especial.

Lo mejor es que conseguimos distribución con Cine Colombia, así que La fianza se estrenará en mi país el próximo año. Estamos muy contentos por eso.

Te cuento que fue un viaje largo. Conocí a Gonzalo Perdomo, el director, hace ocho o seis años mientras rodábamos Acantilado en Canarias. Él escribió el guion pensando en mí y me lo entregó al terminar el rodaje. Aunque tardó en levantar el capital, siempre tuve claro que quería hacer esa película. Le tuve toda la paciencia del mundo porque, primero, Gonzalo me parece un tipazo y, segundo, merece todo mi respeto. Es un colombiano que lleva muchos años viviendo en España, además de ser profesor en la Universidad del Cine. Que haya logrado levantar el capital para su película es admirable, y me emociona que, a pesar del tiempo, haya querido seguir contando conmigo para el proyecto.

Fueron años en los que el guion avanzaba y retrocedía, y siempre existía la posibilidad de que lo lográramos al año siguiente. Finalmente, lo hicimos. Cuando Gonzalo consiguió a los productores, empezamos a buscar a los actores idóneos para interpretar a mi esposo y a Walter. Finalmente, lo logramos, y rodamos junto a Julián Román e Israel Elejalde, dos actores maravillosos. La química que tuvimos hizo que esta experiencia fuera mágica.

¿Viste la película?

JUANA ACOSTA: Al final, apareció el nombre de Julián Román junto con otros candidatos. Pero estoy convencida de que Julián ya estaba destinado para La fianza desde antes, incluso antes de que coincidiéramos en Del otro lado del jardín.

En La fianza, encontramos una dinámica interesante entre secuestrador y secuestrado que me recuerda a cintas como The Desperate Hours con Humphrey Bogart como un astuto secuestrador de una familia o The Ref, donde Denis Leary es un secuestrador que termina convirtiéndose en una especie de terapeuta de pareja. Incluso hay un cambio gradual en el acento de tu personaje que resulta fascinante. Y es que La fianza tiene una mezcla interesante de comedia negra, drama y comentario sociopolítico ¿Cómo trabajaste ese tono tan particular?

JUANA ACOSTA: Uno de los retos más grandes fue encontrar el tono adecuado para contar esta historia. Mi personaje vive una auténtica pesadilla: un hombre entra a su casa por deudas de su marido y la situación se torna terrorífica. Pero el guion también incluía momentos de comedia, lo que nos llevó a jugar con ese equilibrio entre el drama intenso y el humor. Queríamos que el espectador estuviera al borde de la silla, pero que a veces también pudiera reírse y cuestionarse por qué lo hacía en una situación tan tensa.

En el estreno en el Festival de Almería vimos que eso funcionaba. La gente reía en ciertos momentos, pero al mismo tiempo se sentía atrapada por el drama. Creo que logramos esa mezcla que buscábamos.

Mi personaje es una mujer caleña que se hace pasar por española, y me interesaba mucho mostrar cómo se va despojando, capa por capa, de su fachada. Es alguien que ha construido su identidad sobre artificios: el dinero, las apariencias y una relación rota con un marido que le miente constantemente. Walter, el secuestrador, irónicamente se convierte en el catalizador de este cambio, ayudándola a conectar con su fuerza interior y su verdadera esencia.

Trabajar en esta película fue un reto, sobre todo porque es muy teatral. Las escenas eran larguísimas, de 14 o 15 páginas, lo que requería mucha concentración y química con mis compañeros. Julián Román e Israel Elejalde son actores increíbles. Julián es extremadamente generoso y tiene un oficio impecable, lo que hacía que nuestras escenas fluyeran con naturalidad. Israel, por su parte, aporta una energía impresionante; pertenece a una de las compañías teatrales más prestigiosas de España, y eso se nota.

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A veces, en el cine sucede algo mágico, y con La fianza lo sentí en muchos momentos. Había días en los que me preocupaba que no pudiéramos sostener la intensidad del texto, pero cuando tienes compañeros como Julián e Israel, todo se vuelve posible. Fue un auténtico regalo trabajar con ellos.

Además, fue interesante porque en Del otro lado del jardín, Julián y yo no tuvimos muchas escenas juntos; él era el acusado y yo la fiscal, así que apenas interactuábamos. En cambio, aquí tuvimos un verdadero mano a mano, y para mí fue un goce absoluto.

Creo que La fianza fue uno de los mayores retos. Mi personaje atraviesa situaciones extremadamente tensas, pero había que encontrar momentos de humor para equilibrar la historia. Era un juego constante de capas: mostrar cómo esta mujer, que inicialmente apoya su identidad en el dinero y las apariencias, se va despojando de todo hasta conectar con su ser real. La dinámica con Julián e Israel fue clave; ambos son actores de gran oficio que me impulsaron a dar lo mejor de mí.

¿Hay algún papel que siempre hayas soñado interpretar?

JUANA ACOSTA: Más que un papel específico, lo que amo es la actuación. Este oficio me salvó la vida. Creo que aún hay muchos papeles por llegar. En este momento, estoy muy emocionada con los proyectos en los que ya estoy involucrada. Por ejemplo, hay varias segundas temporadas en camino. El año pasado trabajé en series como Medusa, que se estrena próximamente, y Matices, para Sky Showtime. Ambas están en conversaciones para continuar, y si todo sigue adelante, seguramente pasaré una temporada larga en Colombia el próximo año.

Además, tengo otros proyectos emocionantes: la película con Álex de la Iglesia que te comentaba, otra con un director colombiano y estoy produciendo junto a mi hermana Valentina, lo cual es un gran reto. Me siento muy afortunada porque cada vez me llegan mejores personajes. No le puedo pedir más a la vida; disfruto todo lo que hago y me entrego con todo el amor y el respeto que el oficio merece.

Si me preguntas por un papel soñado ahora mismo, no tengo una respuesta clara. Hace tiempo tenía el sueño de interpretar a Manuelita Sáenz, y tuve la oportunidad de hacerlo en Libertador, un proyecto que disfruté muchísimo. Sin embargo, ahora mi enfoque está en los proyectos que tengo por delante y en darles lo mejor de mí.

Vas a estar muy ocupada. Te hago una última pregunta: ¿cuál es tu película favorita?

JUANA ACOSTA: ¡Qué difícil pregunta! Tengo varias películas favoritas. Una que me impactó mucho fue Mujeres al borde de un ataque de nervios de Pedro Almodóvar. Ver a esas actrices jugando al límite me fascinó y me inspiró a querer ser actriz. También amo París, Texas y El cielo sobre Berlín de Wim Wenders. Bailarina en la oscuridad de Lars von Trier, es una de las películas que más me han tocado el corazón.

De niña, la primera película que me enamoró fue Alicia en el país de las maravillas, la versión animada de Walt Disney. Me marcó tanto que durante años me hacía llamar Alicia; quería vivir en esos mundos maravillosos. Además, soy una apasionada del cine francés, especialmente de los directores de los años 60, que influyeron mucho en mi vida y mi carrera.

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Diego Recoba: las contradicciones al aire del escritor latinoamericano

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El escritor Diego Recoba /Max Argibay

Por Ángel Peña

La novela ‘El cielo visible’, Premio Nacional de Uruguay, muestra el complejo contexto de la creación literaria.

El cielo visible (Random House), de Diego Recoba (Montevideo, 1981), es un libro interesante. No gustará a todo el mundo. A alguno incluso puede llegar a disgustarle bastante. En cualquier caso, aporta algo objetivamente valioso. En 2015, el grupo Penguin Random House creó la serie Mapa de las Lenguas para difundir entre los lectores españoles a autores latinoamericanos poco conocidos fuera de sus países. Desde entonces nos ha ayudado a darnos cuenta de que nuestro idioma se escribe en muchos tonos. Este de Recoba es uno de ellos, bastante común en Latinoamérica.

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El cielo visible

Digámoslo rápido y claro para ahorrar tiempo a quien no quiera participar. El cielo visible propone el típico discurso de la izquierda latinoamericana, versión rioplatense, derivada uruguaya. En este primer aviso urgente, el lector ha de saber que eso supone una lista bastante convencional de críticas al capitalismo y el imperialismo, quejas por la precariedad laboral y una estética de «la resistencia» hacia las jerarquías con apelaciones a un quijotismo autocomplaciente. Todo con una retórica bastante desgastada a estas alturas, aunque a veces la fantasía despliegue las alas para aliviar un poco la lectura.

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Esa es una realidad que existe. Y que tiene una resonancia bastante poderosa entre cierta elite intelectual. Se puede estar de acuerdo o no, pero merece la pena echarle un vistazo. Dicho lo cual, el trabajo de Recoba aporta algo más: sus contradicciones son tan evidentes que dejan al aire unas entrañas de las que una mirada atenta podría sacar un análisis más detallado de lo que está pasando más allá de nuestras narices.

Recoba describe con detalle la pobreza de su entorno, pero no soporta que lo etiqueten como «el escritor pobre de Nuevo París [su barrio]», y lo inviten a «mesas, festivales y encuentros a hablar de pobreza y marginalidad». Fustiga el capitalismo y la estructura poscolonialista, pero acepta la becas de «una institución europea de las que todavía quedan que están interesadas en los pobres latinoamericanos». Reniega de la opresión de la gran industria editorial, pero lo publica su mayor multinacional. Desprecia a los escritores obsesionados con los premios, pero El cielo visible acaba de recibir el Nacional de Literatura de su país… hecho que la multinacional utiliza como argumento de venta del libro. Lógicamente.

Todo eso aparece en el libro… y, en una entrevista con THE OBJECTIVE, él lo confirma. No solo reconoce todas las contradicciones, sino que lo llama literatura. «El libro cumple con lo que yo me había propuesto, una cosa así como sin un tema, si se quiere, o sin un contenido estructurado y fijo. Básicamente, es un libro sobre la construcción de una historia familiar por un autor que casualmente se llama igual que yo; me gusta jugar con eso porque la gente cree que estoy hablando de mí, y a veces no es así realmente. Y, por otro lado, hay una reflexión sobre lo que significa ser artista, y ser escritor, al menos en Uruguay».

Verdad y fantasía

El cielo visible comienza con el encargo de la Intendencia (Ayuntamiento) de Montevideo a Diego Recoba de escribir la historia de su barrio, el humilde Nuevo París. La historia real, más bien chata, deriva en una fantasía con parques temáticos imposibles en la época gloriosa de principios de siglo XX (vacas gordas aquí exageradas hasta la parodia), un mundo underground al estilo Sábato… En paralelo brota la literatura del yo: el escritor pobre que solo quiere que lo dejen vivir medianamente bien trabajando en que le gusta y busca la nacionalización italiana para escapar a la próspera Europa que tanto desprecia; el infierno burocrático que ello implica se resuelve en un nuevo vuelo de la fantasía: la investigación genealógica deriva en una trama de antiguas sociedades secretas a mitad de camino entre Umberto Eco y Dan Brown, con el genocidio charrúa como motivo central, y el sueño de convertirse en el arquetípico intelectual uruguayo en el exilio le lleva a imaginar la recuperación de una artista olvidada, Myrtha Passeggi, que desarrolló su carrera en el verdadero París en la segunda mitad del siglo XX.

«En mis libros siempre hay viajes y movimientos. Los personajes perdidos y la búsqueda están muy presentes en la historia de países como Uruguay», explica Recoba en la entrevista. «Y me interesa mucho la ficción exacerbada: que una cosa dispare a otra, sin límites, para ver hasta dónde me lleva». Esa mezcla de la literatura del yo y la fantasía no es nueva, pero quienes la transitan suelen especificar en el algún momento (aunque sea en una nota al final del libro) qué se basa en hechos reales y qué es pura imaginación o, al menos, simple hipótesis. «Yo anulo la distinción entre lo que es verdad o no, lo que sucedió o no. Trato de generar un estado de confusión permanente y creciente en el libro a partir de una acumulación de datos y de nombres y de situaciones para que, en un momento determinado, al lector le parezca absurdo andar contrastando, porque la lectura se le volvería interminable, y entre en una especie de sopor en que esa pretensión de verdad se invalida».

Suena muy seductor desde el punto de vista del autor. Pero, a cambio, se le está hurtando al lector una herramienta crítica fundamental. «No me preocupa, y capaz que en eso soy egoísta, pero yo veo de otra forma la verdad en el arte. Puede ir por cierta honestidad o cierta postura narrativa, pero no por la aportación de datos verificables o verosímiles. Y creo que eso se ha venido fortaleciendo en las últimas décadas. Mi lector ideal no tiene Google abierto».

Lamentablemente (para esa perspectiva), las entrevistas periodísticas tienden a ir por otro lado. Se le puede preguntar al Recoba autor, por ejemplo, si comparte ese bloque de pensamiento progre bastante convencional del Recoba personaje. «Hay cosas con las que ahora no me identifico, y me parece buenísimo: significa que la prédica del personaje quedó ahí fija por una cuestión de papel, pero yo ya me he movido, estoy un poco más lejos de lo que estaba al principio de ese personaje».

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Y se puede hacer una especie de epílogo rastreando la situación actual del Recoba autor. Ya no vive en el humilde barrio montevideano llamado Nueva París, sino en el París de toda la vida, el europeo, donde cursa un máster en Arte Contemporáneo de la Universidad de París VIII. El cielo visible le sigue rondando: «Una de sus características es que todo el tiempo quedan cabos sueltos, hilos por seguir. Y algunas cosas me siguen llamando todavía. Eso no implica volver al universo de El cielo visible, sino seguir ciertas búsquedas y procesos relacionados con esa mezcla entre historia familiar e historia sociopolítica de Uruguay. Aunque también integraré lo que estoy haciendo acá, que va a aparecer cada vez más, porque dejo que se vaya metiendo».

Portada del libro / The objective

theobjective.com

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El significado de la Navidad

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Pesebre/Imagen periodicolaesperanza.com

Fijemos la mirada en el Niño Dios y adorémosle juntos: Él es el verdadero significado de la Navidad.

Por A. Mariscal, Círculo Tradicionalista San Juan Bautista.

Cuando era niño, yo veía con frecuencia en la tele que los dibujos animados tenían un episodio especial dedicado a la Navidad. Los personajes buscaban el significado de dicha fiesta: se lo preguntaban desesperadamente, sin hallar respuesta pronta.

Al final del capítulo, los personajes le daban algún significado secular a esta fiesta, y casi siempre era algo sobre la familia o la unidad. Todo eso me confundía y me hizo dudar de mi propia fe, al punto que, a veces, creí que la Navidad realmente se trataba de lo que me decía la tele.

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Hoy, habiendo estudiado un poco más el cristianismo, la religión de la que renegué alguna vez, veo algo que en ese entonces no vi. Esta búsqueda del significado de la Navidad es producto de la secularización de la fiesta, pues una vez opacada la tradición, tendemos a querer reinventar la rueda.

Como decía el gran escritor G. K. Chesterton: «El que no cree en Dios, termina creyendo en cualquier cosa». El hombre es religioso por naturaleza, y si no abraza la religión verdadera, se inventa una religión hecha a su medida.

La demolición de la Cristiandad trajo fuertes consecuencias políticas y sociales a lo largo de la historia. Se pasó de desligar a Dios de las instituciones públicas a desarraigarlo de la sociedad misma, mediante la supresión o la secularización de las costumbres y tradiciones cristianas; entre ellas, la Navidad.

Siendo agnóstico, alguna vez llegué a criticar el cariz cristiano de la Navidad, y afirmé que, en lugar de tal, debería llamarse «Día de la Familia». Creía que, apartando la religión, se lograría mayor aceptación de esta fiesta en la sociedad, y que era más bonito celebrar a la familia humana.

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Cuán equivocado estaba yo: no comprendía que alguna vez ya se intentó poner al hombre en lugar de Dios a lo largo de la historia, y que los resultados fueron desastrosos. No entendía que los dibujitos de la tele nos presentaban un síntoma de toda esa destrucción, particularmente, en la cultura estadounidense.

Hoy, veo con claridad que no hay misterio más profundo que el amor de Dios, que quiso encarnarse y entregar su vida por el hombre, criatura infiel que no se merecía la salvación. Ese Dios nació, murió y resucitó, y su nacimiento es el verdadero significado de la Navidad.

Es a este Niño Dios al que celebramos la fiesta cumbre de diciembre: el ser divino que se hizo pequeño por puro amor, por humildad. Ahí está, en el pesebre, comedero de las vacas, demostrándonos lo profundo que es amar. Pudo haber venido a este mundo en un trono de oro, con toda pomposidad, pero prefirió hacerlo en la pobreza para demostrarnos lo que en verdad importa.

Esta Navidad, recordemos la profundidad del amor de Cristo, que no viene a llenarnos la panza de Coca-Cola ni la casa de regalitos. Dios nos enseña que, amándole a Él e imitando cómo nos amó, podemos amar mejor al prójimo, a la familia, a los amigos. Él quiere conversión, porque desea y procura nuestra felicidad eterna, la beatitud celestial. Fijemos la mirada en el Niño Dios y adorémosle juntos: Él es el verdadero significado de la Navidad.

periodicolaesperanza.com

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«Los maletines» llegan a Estados Unidos

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Los maletines del autor Méndez Guédez será traducida al inglés/ Raquel Méndez Roperti

Latin American Literatura Today, una de las más prestigiosas revistas estadounidenses dedicadas a la literatura latinoamericana dedica un dossier en su número más reciente a la obra del escritor venezolano Juan Carlos Méndez Guédez.

Trabajos de Wilfredo Hernández y Miguel Gomes, una entrevista de Barbara Riess, y un fragmento de la novela Los maletines, forman parte de este conjunto que a un mismo tiempo reconoce la escritura de uno de los autores latinoamericanos más destacados de la actualidad, a la vez que presenta su obra al público angloparlante que ya puede acceder a la primera novela de este autor traducida al inglés.

Latin American Literatura Today es una de las publicaciones más prestigiosas dentro del ámbito de la divulgación literaria en el circuito estadounidense. Revista asociada a la mítica World Literature Today, busca reflejar las nuevas realidades de la literatura latinoamericana a través de una publicación trimestral, digital, y con un área de su circulación que se proyecta tanto en los Estados Unidos como en América Latina y España.

Otros autores que también forman parte de la primera línea de la literatura latinoamericana han sido también merecedores del dossier de la revista como son: Gioconda Belli, Mónica Ojeda, César Aira, Alejandro Zambra, Mariana Enríquez y Victoria de Stefano, entre otros.

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Este aparición de Méndez Guédez en la revista de la Universidad de Oklahoma tiene su origen en la reciente aparición en USA de Briefcases from Caracas, novela lanzada al mercado por la editorial neoyorquina Black Square Garden, con la traducción de Barbara Riess y Suzanne Corley.

Los maletines había sido publicada hasta el momento en España, Francia y Venezuela, con una excelente acogida. Destacado es el caso francés, donde la novela cosechó muy elogiosos comentarios críticos en importantes medios como Le Canard Enchaîné y Le Figaro Magazine, y fue catalogada por el famoso semanario Télérama como uno de los mejores títulos del verano en Francia en 2018.

Novela vertiginosa, esta historia recoge la aventura de dos amigos que en la desolada Venezuela actual, elaboran un plan minucioso que les permita huir del país caribeño arrebatando una importante cantidad de dinero a los circuitos corruptos del poder militar.

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Nacido en 1967, Méndez Guédez también es autor de títulos como: Roman de la isla Bararida, La ola detenida, El Baile de Madame Kalalú, Una tarde con campanas,  Round 15, En las ruinas y  La diosa de agua, entre otros.

Los maletines traducido en EEUU
Portada de Los maletines

Dossier: Juan Carlos Méndez Guédez – Latin American Literature TodayBriefcases from

Caracas by Juan Carlos Méndez Guédez translated by Barbara Riess & Suzanne Corley — Black Square Editions | Unique Literary Works & Translations

Redacción

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