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Gastronomía

Bocadilla Veleño en España

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El bocadillo veleño, un dulce colombiano elaborado con guayaba y panela de caña de azúcar, ha ganado popularidad entre los deportistas, especialmente los ciclistas colombianos. Este producto se ha destacado como uno de los diez alimentos más vendidos en Amazon semanalmente. Los ingredientes del bocadillo incluyen pulpa de guayaba, azúcar, reguladores de acidez y conservantes. Además de ser una delicia, el bocadillo veleño es una fuente económica y energética preferida por los ciclistas, ya que ofrece una alternativa asequible en comparación con los geles energizantes. Con un costo de 5,25 euros por kilo, este dulce se ha convertido en una opción popular para aquellos que buscan una fuente de energía durante el ejercicio de alto rendimiento.

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Emprendimiento

8.000 chaulafanes salen cada mes de la cocina de este ecuatoriano, en España

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Eloy Mera creador de El Ñaño/ Forbes .com. ec

Con tres locales en Barcelona, una franquicia en Madrid y una apertura prevista en Miami, El Ñaño conquista paladares y lleva la comida ecuatoriana a otro nivel. Con una mezcla de sazón, estrategia y corazón, su fundador apuesta por una marca global que reescriba la historia gastronómica de Ecuador, plato a plato.

Eloy Mera nació en Balzar, Guayas, y desde joven supo que su destino estaba fuera del país. En 2001, con apenas 17 años y un título de bachiller en administración de granja y zootecnia, miró alrededor y no encontró futuro en el Ecuador. «Siempre pensé en grande», recuerda.

Mientras su madre ya llevaba algunos años en España, él decidió cruzar el Atlántico para probar suerte. «Voy un tiempo, y si no me gusta, regreso», pensó. Pero nunca volvió. Aterrizó en Barcelona sin certezas, solo con el hambre de crecer y de no conformarse con ser uno más. Desde entonces, su historia se teje con el esfuerzo que lo llevó a tener éxito lejos de casa.

Entre 1999 y 2000, Ecuador atravesó una de las peores crisis económicas de su historia contemporánea, conocida como el feriado bancario, que llevó al congelamiento de depósitos bancarios, el cierre de numerosas entidades financieras y una desconfianza en el sistema económico. Esta situación provocó una ola migratoria que impulsó a cientos de miles de ecuatorianos a abandonar el país. España se convirtió en un destino que registró un salto de menos de 50.000 personas en 2000 a más de 450.000 en 2005, según el Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas, Undesa.

Mera y su familia fueron parte de estas cifras. Su madre trabajaba en una casa, como muchas mujeres migrantes de la época, asegura. Él, en cambio, empezó en la obra. Era lo común. La migración del 2000 era distinta: ruda, silenciosa y llena de miedos, cuenta Mera. Los hombres iban directo a la construcción, las mujeres al servicio doméstico. Muy pocos se atrevían a buscar trabajo en hostelería y socializar era difícil. «Era un sin vivir».

Tras dejar la obra, Mera volvió a sus raíces. Su familia siempre estuvo ligada a la cocina. Su abuela tenía un restaurante y su madre heredó ese talento. Por eso, encontraron un local donde empezaron a vender comida ecuatoriana los fines de semana. A la tercera semana, surgió la posibilidad de comprar el traspaso del restaurante que, en esa época, costó 150.000 pesetas (unos 150.000 euros). Era una suma que no tenían, pero que lograron reunir con apoyo de amigos, un crédito bancario y un acuerdo directo con el propietario, que les permitió pagar en cuotas durante tres años. Bellaterra era el nombre.

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El sitio estaba ubicado en la calle Padilla 177, en Barcelona. En ese entonces, trabajar duro todavía abría puertas. «Aquí se valoraba el esfuerzo», recuerda Eloy. Aunque el restaurante seguía el modelo clásico de locales ‘étnicos’ enfocados en la comunidad migrante, él ya soñaba en grande. Siempre le atrajo el mundo empresarial y creía que si se le daba valor a lo propio, a lo auténtico, había espacio para crecer.

En 2007, este ecuatoriano sintió que era momento de crear algo nuevo. Llevaba casi una década en España y notaba que, como él, había una generación entera de migrantes jóvenes que no se identificaba del todo con la comida tradicional ecuatoriana. Eran los que habían llegado con 10, 12 o 15 años y que crecieron entre dos mundos. «La gente quería comerse un chuzo, un choclo, una hamburguesa, una papipollo… y eso no lo ofrecían los restaurantes latinos», recuerda. Así nació El Ñaño, una marca con un concepto de comida rápida inspirado en la gastronomía callejera ecuatoriana. El primer local fue un éxito: bien decorado, bien pensado y con una identidad que trascendía. En poco tiempo ya contaban con dos puntos de venta.

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El nombre «El Ñaño» gustó mucho. Para este emprendedor era más que una palabra. «Ñaño es hermano, y yo quería que todos —ecuatorianos, colombianos, venezolanos— se sintieran parte», cuenta. La comida ecuatoriana, bien ejecutada y bien comunicada, empezaba a ganar terreno. Sin embargo, la crisis económica de 2008 golpeó fuerte. Por inexperiencia y juventud, Eloy cuenta que tuvo que cerrar uno de los locales de El Ñaño. Pero fusionó la esencia de esta marca con la trayectoria de Bella Terra. Así nació su primer local emblemático.

Con la fusión de conceptos, Mera decidió reformular todo desde cero. Invirtió más de 400.000 euros en un restaurante completamente nuevo, desde los cimientos hasta la cocina, para construir un local más grande. La carta también evolucionó, mantuvo los sabores típicos, pero les dio un giro más ágil, más cercano al fast food, sin perder calidad ni esencia.

El resultado fue una propuesta que rompía esquemas y marcaba una diferencia frente a los restaurantes latinos tradicionales, muchas veces asociados a espacios para beber y escuchar música los fines de semana en España. Mera quería que lo suyo fuera distinto, un restaurante ecuatoriano para todos los públicos, con comida auténtica y servicio de primer nivel.

En 2017, con más experiencia, este migrante retomó la expansión. Había probado suerte en varios negocios —una discoteca, una radio, una agencia de viajes, incluso un restaurante venezolano— y aunque todos le dejaron aprendizajes, decidió enfocarse en lo que realmente amaba: su marca. Así nació El Ñaño Caminito a Guayaquil, con una inversión de 150.000 euros y la idea era jugar con los nombres y la identidad cultural de cada rincón del Ecuador. Está situado en la calle Aragón 54, más pequeño —para 50 personas—, pero al que Eloy se refiere como «la joya de la corona».

Esto lo llevó a dar un paso aún más ambicioso. El local original de El Ñaño Bellaterra, ubicado en la calle Padilla, se había quedado pequeño, así que lo trasladaron a la calle Lepanto 203, donde abrieron un restaurante con capacidad para 250 personas.

En 2022, llegó una oportunidad que no podía dejar pasar y abrió un tercer local en el corazón de Barcelona, en la Balmes 18 justo al lado de la Rambla Cataluña, en la llamada «milla de oro» de la ciudad. «Si queremos que la marca crezca, teníamos que estar en el centro». Ese nuevo espacio tiene una capacidad para 180 personas. «No queremos quedarnos aquí. Nuestro sueño es ver a El Ñaño en Londres, en París, en cada ciudad donde haya una comunidad latina que valore lo suyo, pero también para el público general. Sabemos que lo vamos a lograr. Quizás nos tome 15 o 30 años, pero ese es el objetivo».

Los tres restaurantes en Barcelona comparten el mismo menú, pero con una carta que evolucionó a medida que el equipo viajó y exploró nuevos sabores. Aunque partieron de la cocina tradicional «de pueblo» y una fusión con comida rápida, con el tiempo incluyeron platos del litoral ecuatoriano. «Empecé a viajar a Salinas, Puerto López, Quevedo… y de ahí trajimos platos como el chaulafán, que no era parte de nuestras recetas familiares».

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Ese plato, convertido en su estrella, conecta con todos los latinos. La demanda habla por sí sola, se venden más de 8.000 platos al mes en todo el grupo.»La menestra hacemos litros y litros y litros. Chuzos hacemos miles. El chaulafán es nuestro top ventas y cuesta 17 euros. Es una locura».

Hace un año y medio vendieron su primera franquicia: El Ñaño Madrid. El franquiciado, un empresario colombiano de Medellín, creyó en el proyecto y apostó por un restaurante que mantiene los valores y estándares de la marca. «El canon de apertura es de 20.000 euros y el royalty es 5+2, como en muchas franquicias, pero montar un Ñaño bien hecho cuesta entre 300.000 y 350.000 euros», explica.

Pero, Mera quiere más. La decisión de cruzar el Atlántico y abrir en Miami, Estados Unidos, no fue al azar. Aunque muchos podrían pensar que Nueva York sería una apuesta lógica por su enorme comunidad latina, el equipo tenía claro que el público objetivo era otro. «No queremos quedarnos solo en los barrios donde hay muchos latinos. En Barcelona, por ejemplo, nos fuimos directo al centro, porque nuestro concepto es que la comida ecuatoriana debe ser para todos. Lo mismo queremos en Estados Unidos», explica. Y Miami, con su mezcla de culturas, su dinamismo y su apetito por nuevas propuestas gastronómicas, se convirtió en el escenario ideal.

El local estará ubicado en el corazón de Coral Gables, en la 339 Miracle Mile. La negociación del espacio tomó casi un año, desde que lo descubrieron a inicios de 2024 hasta que lograron comprarlo a finales de ese mismo año por 560.000 euros, sin contar las obras, que podrían alcanzar entre 400.000 y 500.000 euros adicionales. El plan es abrir después del verano, entre septiembre y octubre de 2025. «Este proyecto es un sueño más», confiesa.

Con más de 20 años de experiencia cocinando para públicos internacionales, Eloy Mera está convencido de que sabrá conectar también con el paladar estadounidense. «Nuestra ventaja es que sabemos cómo adaptar los platos, sin perder la sazón ecuatoriana», dice. Trabaja con un equipo de más de 160 personas y anhela abrir al menos 20 restaurantes El Ñaño en el mundo. En 2024, el grupo logró facturar más de 10 millones de euros y vender miles de platos al día entre sus cuatro locales. Pero como él mismo lo dice, esto apenas comienza.

Forbes.com.ec

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Emprendimiento

Dónde comen los colombianos auténtica comida de su país en Madrid

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Chef colombiano Edwin Rodríguez en su restaurante Quimbaya, de Madrid/Álvaro García

Lucía Franco

A muchos, la nostalgia por volver a disfrutar la comida de su país los ha llevado a recorrer sus nuevas ciudades en busca de una arepa, una empanada, algo que les haga sentir en casa. A otros, la nostalgia los ha impulsado a crear sus propios emprendimientos para vender la comida que no lograban encontrar en ningún otro sitio. Para la mayoría, invitar a sus nuevos conocidos a comer comida colombiana ha sido una forma de mostrar un poco más quiénes son y de dónde vienen. El colombiano Sebastián Correa, de 38 años, es chef y director de restaurantes. Llegó a Madrid hace dos años para realizar un máster en innovación y restauración, y durante ese tiempo ha podido observar el panorama de la comida colombiana en la ciudad. “Hice una ruta por 50 restaurantes en el área metropolitana en busca de una arepa de huevo, algo que me recordara a mi tierra”, asegura Correa. No era un simple antojo de masa de maíz frita; se sentía lejos de sus raíces y buscaba algo que borrara la nostalgia que le demandaba su paladar.

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La ruta, que ha quedado guardada en su Google Maps, comenzó en busca de la mejor empanada. Una empanada colombiana —que no es lo mismo que la gallega; eso le costó aprenderlo—: una masa fina, en forma de triángulo, frita y rellena de patata, arroz, carne y huevo. Un manjar de los dioses para los colombianos. “Llegaba a unos sitios muy curiosos, ubicados muy lejos del centro de Madrid pero siempre llenos de gente. Me sentaba allí durante largos ratos y conversaba con mis compatriotas”, cuenta.

Correa recuerda que se notaba que algunos tenían mucho dinero y otros no tanto, pero que todos estaban felices comiendo juntos, apretados en el local. “Eso nunca hubiera pasado en Colombia. Además, pude ver que, aunque la calidad de la empanada variaba, lo importante era que evocaba en mi mente el sabor de Colombia, y eso era suficiente.”

Migración colombiana en Madrid

Según el censo de población publicado recientemente por el Instituto Nacional de Estadística (INE), el número de nacidos en Latinoamérica que residen en la Comunidad de Madrid ha rebasado recientemente la cifra simbólica de un millón, alcanzando 1.038.671 habitantes provenientes únicamente de los 18 países hispanohablantes, a fecha del 1 de enero de 2024, última disponible. De estos, más de 250.000 son colombianos. No obstante, entre los latinos, la gastronomía —aunque diversa— comparte en gran medida la misma sazón. Para muchos, la base es el guiso o el hogao: una mezcla de tomate, cebolla y aceite que acompaña al patacón, a las empanadas y hasta a la carne.

“Pude ver que la masiva migración latina que llegaba a España emprendía diversos negocios para poder obtener la residencia. Muchos establecían pequeños puestos en el Mercado de Maravillas o en el de los Mostenses, dice Correa. A lo largo de la ruta, el cocinero comenzó a realizar encuestas a sus compatriotas sobre cuál era la comida o el producto que más extrañaban. Para su sorpresa, era la papa rellena: una patata frita rellena de guiso de carne picada. “No formaba parte de mis antojos, pero entendí que todos conectamos con algo distinto”.

Entre los favoritos de la ruta de Correa se encontraban una empanada tipo cóctel en un sitio llamado Café Guaro (Calle de Virgen de Lluc, 37), el pandebono de Don Antojito (Calle de la del Manojo de Rosas, 65) y el servicio en el restaurante Patacón Pisao (Calle de las Delicias, 10) “Me hicieron sentir como en casa, y no hay mejor sensación que esa cuando eres migrante”. Ahora, el chef comenzará a trabajar con el Basque Culinary Center y el Politécnico para desarrollar convenios de cooperación académica y explorar en profundidad el estado de la gastronomía colombiana en Madrid.

Al chef colombiano con una estrella Michelin y dueño del restaurante Quimbaya (Calle de Zurbano, 63), Edwin Rodríguez, también le encanta recorrer los restaurantes colombianos en Madrid. “Cuando quiero una sopa muy casera, siempre acudo a La Fonda Paisa (Calle de Ferroviarios, 27), donde la sopa con banano es una delicia”, comenta. Otra buena opción es el buffet Sal y Azúcar (Calle dobla, 2), gestionado por un matrimonio que ofrece platos caseros: “Las arepas, inconfundiblemente paisas, son una especialidad que enamora a quien las prueba”, asegura. “Colombia, con una cocina cada vez más refinada y diversa, está dando pasos firmes para brillar. Con jóvenes talentos y grandes restaurantes que emergen en todo el país, esta nueva cocina –aunque comenzó más tarde que la peruana o la mexicana– ya capta la atención internacional”, concluye.

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En Madrid, cuenta, en los últimos años, han abierto grandes restaurantes como Aguapanela ( Calle de San Marcos, 26) y otros más tradicionales como La Rochella Calle del Cardenal Cisneros, 58) , La Aguacatalá ( P.º de Sta. María de la Cabeza, 16) y Patacón Pisao. El último en aterrizar ha sido La Alcahueta (Calle del Almirante, 11), que se ha convertido rápidamente en el favorito de muchos.

Restaurante Aguapanela

Para la colombiana y responsable de marketing Camila Ramírez, de 30 años, La Alcahueta es, sin duda, su elección cada vez que desea comer algo que ella describe como un abrazo al estómago. “La Alcahueta me encanta por su ambiente. Además, sus arepas y el ceviche de chicharrón son muy ricos”.

Su fundador, Luis Carlos Macías, cuenta que La Alcahueta es una extensión del restaurante La Matriarca, con presencia en Medellín, Barranquilla y Miami. “La idea es que La Alcahueta sea un restaurante latino fusión”, comenta. La mayoría de la carta consiste en comida colombiana, ya que los dueños son del país cafetero. “No hay restaurantes bonitos e íntimos que ofrezcan este tipo de comida en Madrid”, asegura.

Macias, en su estudio de mercado, detectó que estaba llegando una gran migración de hispanoamericanos a la ciudad de Madrid y vio la oportunidad de ofrecerles la comida que solían comer en su país de origen. El plato que más se pide en el lugar es el tocino al cajón. “Nos destacamos por la preparación secreta del torrezno al horno; escogemos las piezas con mucho cuidado, manteniendo una panceta carnuda y una corteza crujiente. Viene acompañado de nuestra mayonesa de lulo casera y cebolla encurtida, lo que completa el plato a la perfección”, cuenta.

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Macias recomienda el restaurante Aguapanela: “Nos conocemos entre dueños y somos prácticamente vecinos; no nos consideramos competencia, sino aliados, ya que compartimos la misión de mostrar a Europa nuestra sazón latinoamericana”, asegura.

Sopa en La Aguacatala

Para la colombiana Liliana Puerta, sus favoritos son: el menú del día de La Rochella; por las empanadas, Las empanadas en La Aguacatala y La Fonda, por sus frijoles. “Los mejores, para mí, son esas cafeterías sencillas que ni siquiera tienen Instagram, pero que tienen la mejor sazón de Madrid”, afirma.

Por ejemplo, La Pereirana ( Calle de Marcelo Usera, 36) en Usera destaca por sus amasijos: buñuelos, pandebonos y almojábanas. El secreto mejor guardado de muchos es un restaurante llamado La Aguacatala, ubicado junto a una gasolinera en Atocha. “Es un sitio muy pequeño; sales oliendo a grasa, pero la sazón de la comida colombiana levanta un muerto”, asegura el arquitecto colombiano Daniel Rodríguez.

El País

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Gastronomía

DUSA y Grupo Bardinet España firman acuerdo para distribución de Ron Cacique en Venezuela

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Ron Cacique será distribuido por DUSA y el grupo Bardinet España / Globovisión

La historia de Ron Cacique está intrínsecamente ligada a la tradición ronera venezolana. Su trayectoria desde 1961 lo ha consolidado como un referente de calidad y autenticidad en el mundo del ron.

Destilerías Unidas S.A. (DUSA) y el Grupo Bardinet España anunciaron una importante alianza estratégica en la que se asegura la distribución de Ron Cacique en Venezuela, con el fin de fortalecer su legado en la historia de los rones elaborados en Venezuela.

José Rafael Ballesteros, CEO de DUSA, expresó con orgullo este nuevo capítulo para la emblemática marca: «Es un verdadero privilegio para nuestra compañía regresar a la primera línea de distribución de un ron que desde 1961, ha representado un reto técnico y humano para nuestros maestros Roneros. Por su autenticidad, calidad y relevancia cultural, estamos seguros de que Ron Cacique mantendrá su merecido lugar como el ron de referencia para los venezolanos».

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La historia de Ron Cacique está intrínsecamente ligada a la tradición ronera venezolana. Su trayectoria desde 1961 lo ha consolidado como un referente de calidad y autenticidad en el mundo del ron.

Jean-Paul Bouyat, CEO del Grupo Bardinet España, comenta: «Nos honra profundamente contar con DUSA como socio estratégico. Su compromiso, conocimiento del mercado y excelencia como productores hacen de ellos el aliado ideal para este reto compartido, en el que ambos volcamos nuestra experiencia y pasión. Estamos convencidos de que esta colaboración traerá momentos memorables y fortalecerá aún más el legado de Ron Cacique».

Acerca de DUSA:

Destilerías Unidas S.A. (DUSA) es una empresa venezolana con una trayectoria de más de 20 años y heredera de LUSA, establecida en 1959. Hoy en día es referencia de marcas de ron venezolano reconocidas en el mundo y es ícono en la producción y distribución de bebidas alcohólicas de alta calidad; comprometida con la tradición y la excelencia en sus productos.

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Acerca del Grupo Bardinet España:

El Grupo Bardinet es una empresa francesa con una larga tradición en la producción y comercialización de bebidas y vinos. Bardinet España es la filial española del grupo con una presencia importante en el mercado de licores de este país. En enero de 2025 materializó la adquisición de Ron Cacique como parte de su estrategia en el crecimiento y expansión en la categoría del ron.

Globovisión

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